66 Postal de verano
Bajo el enorme tilo del jardín, mecida por cancioncillas infantiles y el murmullo del riachuelo, la abuela duerme sentada en la hamaca. Sobre su tripa, los brazos cruzados elevan unos inmensos pechos en los que reposan una papada colosal, la barbilla arrugada y sus antiguos sueños. De vez en cuando, tal vez avisada por algún pájaro, abre un ojo inquisidor, siempre el mismo, para comprobar que todas sus niñas están jugando, y lo vuelve a cerrar muy despacio mientras sonríe satisfecha. Sin descruzar los brazos, con dos o tres movimientos de sus carnes, acomoda de nuevo las posaderas y vuelve a estar lista para continuar su siestecilla.
Y luego dirá que no dormía, que solo ha entornado los ojos para descansarlos un rato, jajaja. Debería haber postales en los quioscos, junto a las de los paisajes emblemáticos.
Suerte y abrazos,
Gran Rafa
Preciosa postal de verano
Como siempre muy bien llevado, enhorabuena
Un abrazo y suerte
Las postales son, por lo general, fotografías, estampas veraniegas las más de las veces. La que describes en este relato más que paisaje es escena, protagonizada por una anciana en cuyo cuerpo se notan los estragos del tiempo, en un momento de placidez, el de la siesta, pero también el que dan los años. No obstante, ese ojo que se abre y se cierra denota vigilancia, aunque sea discreta, a las nietas, savia nueva que precisan movimiento.
Un relato descriptivo e interesante.
Un saludo, Rafael. Suerte