47. Punto final (Alberto Jesús Vargas)
La torre de la iglesia dejaba caer como lágrimas los golpes de bronce de las campanas. Ningún toque sonaba sin que se hubiese extinguido el eco del anterior. Se anunciaba así que el cura del pueblo descansaba ya en la paz del Señor. Don Servando, tan querido por todos, abandonaba este mundo y muchas cosas se iban con él. Los feligreses perdían a un bondadoso guía espiritual. Los menesterosos al benefactor que les prestaba auxilio y consuelo. Los escolares se quedaban sin el paciente director de su coro de voces blancas y la hija del molinero no recibiría más cartas obscenas, esas que ni ella ni la Guardia Civil habían conseguido averiguar quién era el cerdo que las enviaba.
Las capas insondables del alma humana… Buena apuesta. Suerte, Alberto.
Pues sí, Antonio, quizás cuanto más brilla un personaje, más oscura puede ser su sombra. Gracias por comentar. Un abrazo.
Nadie es perfecto, desde luego. Tanta bondad casi era sospechosa, aunque no al principio. Podemos intentar ser condescendientes con según qué pecadillos, por aquello de que nadie está libre de alguno; otra cosa es la hipocresía absoluta. La pregunta es si a alguien se le ocurrirá asociar la muerte del párroco con el cese de los escritos.
Un relato en el que un personaje da un giro total y nosotros con él, que pasamos de algo cercano a la admiración a la total repulsa.
Un abrazo y suerte, Alberto
Vaya, vaya, con Don Servando… Buen giro final.
Suerte, Alberto!
Sí, Rosalía, el giro era necesario para mostrar el lado oscuro del aparentemente intachable don Servando. Imagínate el juego que daría en un relato más largo un personaje así. Celebro que te haya gustado. Un abrazo.
Desde luego, Ángel, en esta historia no hacen falta muchas más palabras para sacar conclusiones, porque el protagonista queda suficientemente retratado (al menos ese ha sido mi intento). Y es que, como reza el lema de esta convocatoria «las apariencias engañan». Gracias por tu comentario y un abrazo.
Me ha encantado por su belleza. Nunca he escuchado un sonido de campanas tan lírico.
Las campanas en este relato, María, no son las protagonistas, pero intento que jueguen un papel importante a la hora de crear la ambientación. Me alegra mucho que te haya gustado ese recurso y te envío un cariñoso saludo.
Hola Alberto,
A mí, cómo a María Gil, me ha encantado tu micro también por su belleza y su sonido. Es un tema duro y es muy complicado que nos parezca hermoso hasta que llegamos al final. Yo me he quedado con una duda…¿de verdad que ni la Guardia Civil lo sabía? Estando tan cerca es difícil de ocultar. Tal vez no se le daba la suficiente importancia como para formar un gran escándalo.
Te felicito. Nos leemos.
Ya sabes, Isabel Cristina, que cuando se escriben historias no hay que contarlo todo porque el lector también tiene que hacer su trabajo, interpretar, deducir, completar e incluso dar sentido. Está bien que te plantees esa duda y ahí queda para que tu misma, si quieres, la resuelvas como mejor te cuadre. Muchas gracias por un comentario tan interesante y por supuesto que sí, nos leemos.
Un gran relato con tintes poéticos en el principio que atrapa e intriga. Excelente como siempre son tus historias. Un abrazo.
Muchas gracias, Pablo, por tu comentario.