Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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(Q.U. 4) UN VIAJE. RECUERDOS

urueña 3Desde el espejo retrovisor, manos al volante, observa a las cuatro mientras duermen, con las cabezas apoyadas en el hombro de la siguiente, como fichas de dominó.

De momento parecen tranquilas, no se han mareado ni han pedido agua. Ni ‘¿Cuándo llegamos?’

Pero el viaje es largo. Y lo parece más con esta carretera recta e infinita, que sigue hasta donde se pierde la vista. A los lados, gigantescas torres eléctricas, extensos campos sembrados y algún cartel-toro de Osborne, con su perfil imponente.

Cruzan por pueblos pequeños, apenas veinte casas bajas, un bar, su tiendecita y una iglesia con su nido de cigüeñas en lo alto del campanario.

Se detienen en uno. Al salir del coche solo se oye el crujir de las chicharras en el sopor de la calurosa mañana de verano.

El olor a pan recién hecho les guía hasta la única tienda del pueblo. Compran tres barras, doradas y crujientes, para los bocadillos del viaje. El mejor menú del mundo.

Vuelven a la carretera general. Detrás, ellas siguen durmiendo.

Ojalá no haya baches, obras ni demasiada caravana.

–Mamá, ¿Cuándo llegamos?

–Pronto. Duérmete otro poco, que vas a despertar a tus hermanas.

La carretera sigue interminable hacia adelante.

7 Responses

  1. Esperanza Tirado Jiménez

    Gracias por lo de bonito. Al sufrirlo en carne propia deja de parecerlo. Llegaba un momento en que no sabías cómo sentarte. Y a mi madre se le agotaban los recursos de entretenimento 🙂

  2. Me has recordado a los viajes que hacía de pequeño (de esos de dos días) embutidos cinco personas en un 850… era mucho menos bucólico que como tú lo presentas pero igual de entrañable. Por cierto, lo has explicado tan bien que me ha parecido que era yo el que miraba por la ventanilla. Saludos 🙂

    1. Esperanza Tirado Jiménez

      Tal cual los míos pero en un SEAT 124. Nada bucólicos tampoco. Y mucho menos cuando piensas que no había aire acondicionado y mi padre bajaba la ventanilla y entraba ese fuego del infierno.
      Hay que ver lo que hace la memoria.
      Gracias Juan Antonio.

  3. Mel

    Sí, a mi también me suele resultar monónotas las carreteras del centro, tan tan rectas. Nada que ver con las autopistas llenas de curvas del norte. Es un relato que transmite tranquilidad entre las niñas dormidas, el pan y la carretera infinita. Buena ambientación.

    1. Esperanza Tirado Jiménez

      Y la paciencia de santa que tenía mi madre inventando canciones, cuentos y de todo para que no nos aburriéramos.
      No sé qué sería peor: carretera estrecha con curvas mareantes o carretera sin fin.
      Gracias por tu comentario Mel.
      Saludos.

  4. María Ordóñez

    Esperanza, no sabes lo que he sentido al recordar a los toros de Osborne. Tengo cientos de fotografías de sus siluetas enclavadas en esos paisajes de locura que tiene España. El color de la tierra en el campo listo para sembrarse, o el trigo dorado meciendose al viento. Algo que jamás olvidaré y que contaré a mis nietos, el día que los tenga. Un beso por eso!

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