75. Rarezas
Bajo la ducha cálida, rememoraba, una y otra vez, el placer que le proporcionaba esa extraña pasión que sufría, tan irrefrenable que le dejaba sin aliento. Y se le erizó la piel.
Durante años, había soñado con tener una pareja muy peculiar. Sabía que no sería fácil, pero de todas las rarezas que anhelaba encontrar, aquella era la más extraordinaria. Cuando aquel domingo la vio por primera vez en el paseo, supo que debía actuar con cautela. Respiró hondo, disimulando así sus ansias de poseerla. Temía que, si se precipitaba, podía cometer algún error y no debía arriesgarse. Necesitaba desplegar todas sus estrategias de seducción para no desaprovechar semejante oportunidad. En cuanto la hizo suya, supo que cumplía todas sus expectativas. Su búsqueda había terminado.
Y se estremeció, tanto como la primera vez, al contemplar en sus manos la belleza excepcional de aquellos ojos de mirada bicolor.
Todos hemos conocido a personas y animales con un ojo de cada color. La naturaleza es caprichosa y a veces se salta sus propias normas. Aunque para caprichosos los seres humanos, cada uno es un mundo, cada cual con sus rarezas y a mucha honra. Consideramos único e irrenunciable aquello o a aquellos con los que conectamos. Tu protagonista tenía claro lo que quería y no se ha detenido hasta lograrlo. A nosotros, tal vez, nos queda la duda de lo que se trata (hasta podría ser un pez, por algo cuenta su peripecia bajo la ducha), pero resulta que un relato que hace pensar tiene un valor añadido.
Un abrazo y suerte, Pilar
Tener un ojo de cada color es una bella rareza, pero la del protagonista de mi relato es mucho más oscura. Y no se trata de un pez…
Muchísimas gracias, Ángel, por pasar siempre a leer mis relatos y regalarme tu comentario. Besos.