75. Ratas
El alcalde ordenó la busca y captura del flautista solitario al que los zagales seguían como a un dios. Prometió la mayor recompensa jamás conocida a quien lo atrapase vivo o muerto. Se agotaron los tapones para los oídos en toda la comarca. Escondieron a los niños en arcones, despensas, e incluso, en ataúdes a la espera de algún muerto, con la confianza de que el grosor de sus tapas y el acolchado interior consiguiera aislarlos de su melodía. Tras encerrar a los pequeños a cal y canto, los adultos salieron a la caza del enemigo con avaricia desatada. Pese a las precauciones, solo quedó en el pueblo el único niño sordo. Los vecinos, enfurecidos, lo apalearon en un ataque de rabia.
Lo que está escrito no se puede cambiar. El flautista solitario, protagonista legendario de un cuento clásico, con poder para convocar roedores o infantes, tiene un guion que ha de seguir. Es mucha su fuerza. Oponerse a su voluntad es como luchar contra un ser omnipotente. No obstante, quienes le declaran la guerra no parecen buena gente, el pobre niño que queda en el pueblo no merecía ese final.
Un abrazo y suerte con esta versión de una historia universal, Elena.
Gracias Ángel, así es, el pobre niño recoge la rabia de toda esa jauría de ratas humanas. Un besazo.
Pobre niño además de su incapacidad , lo linchan, cuánta envidia y rencor se merecen que se hayan levado a sus niños…Suerte con el relato Elena
Hola Manuel, gracias por tus palabras y suerte para ti también. Abrazotes.