79. Recipientes efímeros
No es la playa de mi infancia, pero se le parece, pensaba con frecuencia Adela, contemplándola desde el embarcadero entre las nieblas de sus ojos. Normalmente les llevaban por la mañana, para que el sol invernal calentara sus viejos huesos, aparcados mirando al horizonte con las mantas sobre las rodillas inútiles. Adela solía rellenar la playa, vacía a esas horas, con sus recuerdos. Pero esa mañana no fue necesario: vio decenas de niños haciendo castillos de arena, construyendo piscinas privadas con pequeños diques y volando cometas de brillantes colores. De repente, una niña de cabellos rizados se giró y le hizo un gesto de llamada. Adela, sorprendida, se señaló con un dedo tembloroso. La niña asintió, apremiante. Adela se levantó apoyando ambas manos en los reposabrazos de la silla de ruedas y bajó la escalinata. Sintió la arena, todavía fresca, bajo sus pies desnudos y corrió con la niña a saltar olas a la orilla.
Cuando llegó la hora de volver, subió la escalinata y sostuvo con incredulidad la mano del cuerpo que había habitado hasta poco antes, contemplando la triste sonrisa del que fuera su rostro, mientras las cuidadoras le cerraban los ojos sin vida.
Puede que el final sea ese: un regresar al principio, volver a la infancia. Tal vez esa pequeña viaje ahora, sin el lastre de un cuerpo demasiado gastado, a otras playas a comenzar de nuevo. O puede que todo estuviera en la imaginación de Adela, recuerdos rayanos en la nostalgia que le hicieron revivir los mejores momentos antes de su final.
Nos envuelven recipientes efímeros (maravilloso título), pero quizá sea cierto que contienen algo eterno, o eso es lo que nos gusta creer, una esencia invisible sin fecha de caducidad.
Una historia llena de poesía y alegría también, a pesar de su aparente tristeza.
Un abrazo y suerte, Marian
Gracias, Ángel. Qué bonito es leer siempre tus comentarios. Un abrazo.
Cuando un relato me atrapa y leo con ansia, indica que me encanta y lo he leído dos veces para degustarlo, es una maravilla. Bravo, Mirian. Un abrazo y suerte.
Era Marian. Aigggggss.
Gracias, Pablo. Me alegro de que te haya gustado 🙂
Espero que algo tan triste haya salido de la profundidad abisal de un corazón rebosante de alegría. Besos
Gracias, Miguel!
Que bonito Marian, que forma tan apetecible de dar ese gran paso que a todos nos espera algún día, espero que lejano. Una lagrimita ronda mi pupila. Gracias!!
Suerte!!
Bssss!!
Gracias, Juancho! Me alegro de que te haya gustado.