23. Recuerdos en blanco y negro (Javier Igarreta)
“No intentes ordenar el caos que bulle en tu mente, déjala en blanco y después que fluya libre. Si embridas firmemente a tu caballo, quizás consigas que trote al compás de la lógica, pero a costa del vértigo de lo inesperado”. Fueron las enigmáticas palabras que deslizó “El Orejas” debajo mi puerta, antes de largarse. Después, un fundido en negro de cincuenta años. Nunca supe nada de él. Apenas algún rumor. Hasta ayer. Una llamada anónima me comunicó su fallecimiento. Por más que lo intenté, no conseguí identificar la llamada. Me subyugó el misterioso matiz de aquella voz, incolora, casi blanca. Y, no sin cierto repelús, me remonté a los años sesenta. Éramos jóvenes y compensábamos los días sin blanca con noches de blanco satén. Entonces nadie hablaba del bullying, pero siempre encontrábamos alguien propicio para blanco de nuestras “bromas”. Y al “Orejas” le tocó. Un poco por lo evidente de su mote y un mucho por envidia. Nunca pudimos soportar que, pese a su peculiar aspecto, «El Orejas» conquistara a la dulce Jane. Todavía recuerdo aquellos ojos azules y su blanca palidez.
El Orejas prometía. Con esas frases profundas y enigmáticas no es de extrañar que conquistase a la dulce Jane, ni que fuese motivo de envidias y hasta de persecución.
Curioso y elaborado relato sobre una época no siempre idílica, por más que nos empeñemos en querer recordarla así.
Un abrazo y suerte, Javier
Si echamos la vista atrás siempre hay un Orejas. Un bico.