28. Reencuentros (Alberto Jesús Vargas)
Desde el primer momento sentí que algo nos unía a pesar de tener tan poco en común. Sin otro afán que el de no precipitarme, me tomaba el tiempo con sosiego, consumiendo sin apremio cada hora y añorando impenitente tu regreso. Tú en cambio, víctima de la impaciencia e incapaz de detenerte por un sentido del deber que te impedía el reposo, me hiciste asumir que no podría seguirte, que tu vocación por la prisa era incompatible con la calma a la que yo me aferraba. Con total resignación, nos conformamos con los dulces instantes compartidos antes de tener que separarnos de nuevo. Alegre y triste el reencuentro con sabor a despedida, vivimos el sinvivir de los amantes fugaces con apoyo en la certeza de volver siempre al abrazo. Y ahora, roto el corazón de nuestro común latido, somos las dos manecillas que tanto se echan de menos paradas en las nueve y cuarto de la esfera del reloj.
Condenados a estar separadas, porque cada una tiene un ritmo propio, aunque también un mismo corazón que las alimenta, tienen también, sin embargo, algún momento de coincidencia. Tal vez no sea casual que la energía que las mantiene, pila o tradicional cuerda, se haya agotado en el momento exacto en el que están juntas. Qué mejor final que quienes tanto comparten terminen unidas. Es un colofón tan ideal, que casi es de desear que un relojero o un cambio de pila no les haga revivir, pues volverían al distanciamiento anterior.
Extraer historias de cualquier detalle cotidiano, hasta de lo que pasa más desapercibido, es algo que hay que saber hacer; si a ello se añade una prosa muy cuidada, además de un desenlace que no se vislumbra hasta el último momento, estamos ante un relato meritorio, como no puede ser de otra forma sabiendo quien lo firma.
Un abrazo y suerte, Alberto
Este micro, a pesar de haber quedado detenido em el tiempo, perdurará años y años en mi macromicroantología particular. Huele a finalista anual y quien dabe si más. No exagero. Exquisito. Enhorabuena
Te diré, Ángel, que es una historia con final triste porque no sólo muere el corazón por el que laten los dos amantes sino que ambos quedan separados para siempre marcando las nueve y cuarto en el reloj, que es la hora en la que las manecillas, separadas, imitan sendos cuerpos yacentes y simulan, a su vez, la línea plana de un electrocardiograma. Gracias por esos elogios tan generosos y encantado como siempre de leer tu amable comentario.
Javier, que te haya gustado este relato es para mi un motivo de satisfacción, pero que encima lo consideres digno de ser incluido en tu «macromicroantología particular» es además todo un honor que te agradezco sinceramente. Un abrazo.
«víctima de la impaciencia»; «tu vocación por la prisa»; «vivimos el sinvivir de los amantes»; «dos manecillas que tanto se echan de menos», para mí tu relato es sencillo y genial. ¡Enhorabuena!
Me parecía muy bueno antes de tu aclaración, pero lo de las agujas en forma de electrocardiograma plano es ya el sumun. Un placer leerte.
Ya siento haber errado el tiro, em especial contigo, Alberto. No sé porqué pensé que a las 9.15 las manecillas permanecían unidas. Mea culpa y reitero que es un relatazo.
Todas las manecillas del mundo se merecían este homenaje en forma de relato genial.
Encantado, Isabel Cristina, de que hayas querido destacar esas frases del relato. He intentado darle un tono poético que creo que has sabido captar. Agradezco mucho tu comentario y esas amables palabras.
Antonio, tú que escribes y que además lo haces tan bien, sabes que muchas veces uno incluye en el texto detalles que parecen irrelevantes pero que tienen un sentido. Lo de poner esa hora y no otra entre las muchas posibilidades que cabrían, ya ves que no es casual. Es como una metáfora dentro de la metáfora que es el relato en sí mismo. No sé si me explico. Gracias por el comentario tan positivo. Un abrazo.
¿Sabes lo que pasa, Ángel? Que nos estamos acostumbrando tanto a los relojes digitales que ya nos cuesta trabajo visualizar la clásica esfera del reloj de manecillas. Tu comentario, en cualquier caso, es bastante atinado y sobre todo, como siempre, muy generoso. Un abrazo.
Edita, yo si que creo no merecer un comentario aunque breve, tan intenso y sobre todo, tan generoso. Muchas gracias.
Me da rabia leer relatos tarde, cuando ya los comentarios me dejan casi sin palabras nuevas que añadir. Me ha encantado esta ingeniosa historia de amor de las manecillas, creo que será difícil olvidarla. De acuerdo con Antonio, yo ese encefalograma plano no lo habría pillado nunca, pero añade redondez al relato. Un abrazo y creo que será seleccionado.
Pablo, los comentarios siempre son bien recibidos y si además son positivos y expresan que el relato te ha gustado, pues qué te voy a decir. Que muchas gracias y un abrazo.
Alberto te has marcado un relato poético IMPRESIONANTE. Lástima que sea una historia de amor imposible. Bellísima.
Muy buen relato, Alberto. Yo tampoco había captado lo del electrocardiograma. Seguro que estará entre los seleccionados
Querida María, me siento muy orgulloso de saber que te gusta mi relato y hasta de que lo califiques como impresionante. Nada menos. Gracias de corazón. Un beso.
Amiga Gloria, lo del electrocardiograma tenía una intención metafórica que difícilmente se habría captado si no llego a explicarlo aquí en los comentarios, un «capricho de escritor» como alguna vez he escuchado, algo que está ahí y que seguramente sólo el que lo ha puesto sabe lo que ha querido decir. Gracias por esos elogios. Un abrazo.
Un relato de amores imposibles escrito de manera impecable. Lo tiene todo, es original, poético, sorprendente… No se puede pedir más.
Sigue dándote «caprichos de escritor», Alberto, y si te apetece, nos los cuentas.
Enhorabuena y un abrazo.
Te diría, Almudena, que sólo por leer comentarios como el tuyo ya merece la pena haber dejado aquí ese relato que has llegado a calificar como «impecable». Muchas gracias por esos ánimos. Un abrazo.