44. Remeros
Aquello se hundía, como el viejo navío de un pirata. Nos pedían que remáramos, pero yo estaba cansada de no llegar nunca a ningún lugar.
Tiré los remos y mis músculos se relajaron; los brazos y la cabeza dejaron de dolerme. El saco de arena que era mi cuerpo se transformó de nuevo en un sistema de órganos, sangre que corría por las venas y huesos.
Dejé de llegar a mi hora, de ser diligente, de intentar caer bien a todo el mundo; descuidé a mis clientes, imprimía documentos sin necesidad y me dejaba el grifo del lavabo abierto.
Mi jefa se desesperaba pidiéndome que remara, que ella a sus cuarenta y cinco no podía quedarse sin trabajo. Yo me la imaginaba vagando por las calles con su carpeta de currículos bajo el brazo y con sus zapatos de tacón, ahora nuevos, desgastados. Siempre me decía que tenía que vestir mejor y yo le contestaba que a mí el sueldo no me llegaba para modelitos.
No me cansaba de mirar la pantalla con dos archivos abiertos: el calendario y la simulación de jubilación; sonreía y me acomodaba en la silla, mientras el agua les iba llegando al cuello.
Tu protagonista sigue a pies juntillas el refrán: «Ande yo caliente y ríase la gente». Puede comprenderse su relajación ante el poco tiempo que le queda para el dorado retiro, aunque peque de insolidaridad; lo que dice muy poco y solo malo de él es esa sonrisa e indiferencia ante lo que parece el naufragio de su empresa.
Un relato que muestra que cada cual ve las cosas según le va en ellas, pero también deja a las claras la empatía personal o su ausencia.
Un abrazo y suerte, Almudena
Si, trabajo para la sanidad pública y estoy de acuerdo con Angel, ausencia de toda ética, al menos la profesional, en este caso. Lo malo de esto es que los jefes, no quieren o no pueden evitar todo “las pasadas” de este tipo de profesionales.
Un tema del que se debería hablar más, porqué lo considero una forma de corrupción.
Bien contando.
Pues yo le he dado una visión diferente: la protagonista lleva toda la vida remando, siendo una trabajadora ejemplar. Da la sensación de que es ella la que mantiene la nave a flote. Hasta le duele todo el
cuerpo, y ni siquiera le llega el dinero para modelitos. Vamos, que todo el esfuerzo no es ni pagado ni agradecido.
No es de extrañar que, ante su jubilación, deje que el barco se hunda.
Un abrazo y suerte.
Una mujer mayor, currante, que se harta de servir a una jefa joven y aparente, que solo piensa en ella.
Un triunfo (aunque vengativo), de la vejez y la parte más baja de la empresa.
Enhorabuena, gran trabajo y buena trama
Un saludo
Muy bueno. Como la vida misma.