87. Sala de muñecas (María Rojas)
Madame Alhelí se adentraba en la sala de las muñecas de porcelana. Ellas con los ojos rasgados, la piel nacarada y las boquitas casi violáceas la esperaban. Algunas cargaban sobre la falda a otra muñequita envuelta en telas de finos brocados. Madame Alhelí iba dejando en sus regazos monedas mientras las miraba a los ojos con firmeza. Deseaba vislumbrar en el fondo de esas pupilas algo de comprensión. Pero los ojos y las boquitas permanecieron siempre cerrados.
Madame Alhelí abatida saltó al abismo por la puerta de detrás del espejo.
Las muñecas soltaron unas lagrimitas dulzonas. Tenían claro que el único que podía haberla salvado era un tal Flaubert.
Comienzo reconociendo que no sé si seré capaz de acercarme a todo lo que transmite tu historia con mi interpretación, si fuera así ruego me disculpes, María. A mí me parece ver en tu protagonista a una persona que, como Madame Bovary, desengañada de su matrimonio, busca algo que tal vez solo existe en su cabeza, porque la realidad nunca es como la imaginamos, ideal y a nuestra medida. Ha de buscar otro mundo, más bien, una quimera, de ahí que, no obteniendo ayuda de esas muñecas de porcelana, hermosas, pero incapaces de socorrerla, huye hacia otros entornos de fantasía.
También reconozco no haber leído «Madame Bovary», sí he visto un par de versiones en película, que realmente impresionan. Habrá quien pueda calificar al personaje de libertina, más bien actúa con un exceso de idealismo, como tu protagonista.
Ya me dirás si he acertado en algo.
Un abrazo y suerte, María
Hola, María
Me ha encantado como dibujas la escena, las damas observando sin ayudar y luego lloran cuando ya es tarde. Y el final cuando parte por detrás del espejo ,tan protagonista en su vida también. A Gustave le hubiera encantado seguro!
Abrazos marinos