12 SECUELAS (Rosalía Guerrero Jordán)
El infierno empezaba al sonar el timbre. Hasta ese momento, la presencia del profesor de turno podía mantenerla a salvo.
Pero el sonido estridente que anunciaba el final de las clases le erizaba el vello de la nuca. Luego, echaba a correr.
Con suerte, solo le alcanzaban los insultos, pero la mayoría de los días la esperaban, agazapados como alimañas, en cualquier esquina. Entonces, la rodeaban y llovían las patadas, los escupitajos, los golpes. La humillación absoluta.
Años más tarde algunos le pidieron perdón. Carlos, el matón al que algunos imitaban y la mayoría temía, nunca lo hizo. Carlos, por el que suspiraban todas las niñas. Todas, excepto ella, que osó negarle un beso en el patio.
Ese desprecio despertó su ira, insaciable y demoledora, que solo pareció calmarse cuando encontró otra presa en la que cebarse.
Silvia nunca volvió a ser la misma.
Todavía no entiende por qué, al encontrarle en aquella aplicación de citas, comenzó hablar con él.
Solo sabe que sintió un placer indescriptible al dejar salir toda la ira acumulada. Que una calma blanda y limpia la invadió mientras el cuchillo entraba y salía del cuerpo de Carlos y las sábanas se iban tiñendo de rojo.
Los refranes son sabios y no se debe tomar a broma eso de «quien siembra vientos recoge tempestades». Una persona sensible e íntegra, además de valiente, puede transformarse en alguien capaz de la acción más violenta por un trauma durante sus primeros años, llenos de abusos y sufrimientos no merecidos ni buscados. Se trata de personaje al que no justificamos, pero sí que podemos entender las razones de su proceder, la psicología que planificó y movió su mano.
Un saludo y suerte, Rosalía
Efectivamente Ángel. No podemos justificar la violencia, pero sí entender, en algunos casos, qué ha llevado a una persona (o personaje) a elegir ese camino.
A veces, inluso, parece no haber otra salida.
Saludos y gracias por tu reflexión.
Como historia es extraordinaria, también sabemos que han acontecido cosas similares o peores en la realidad. Me hizo recordar el eslogan de un canal de TV: «La realidad supera a la ficción». Es triste el final, lo que hizo Silvia, pero mucho más lo que experimentó.
Hablemos del relato: cuenta con un desarrollo notable desde su inicio, los detalles se aportan a medida que se requieren y el final es demoledor. Felicito a Rosalía por este gran trabajo. Un cordial saludo.
Muchas gracias por tu halagador comentario, Óscar.
Y sí, tienes toda la razón en cuanto a la realidad: suele ser mucho más dura que la ficción. Solo hace falta mirar las noticias cualquier dia. Es descorazonador.
Saludos.
Hola, Rosalía. Muy buenos saltos en el tiempo para una estructura lógica que nos permite reconstruir la historia de maravilla y nos muestra perfectamente los motivos de Silvia. Lo he disfrutado. Suerte y abrazos.
Enhorabuena. Me ha gustado mucho tu microrrelato. Tanto, que casi en mi imaginación, por supuesto, ayudaba a Silvia con su chuchillo…