31. Sevilla, 2090 (Miguel Ibáñez. Fuera de concurso)
En esta ciudad te encontré para perderte después. Hace frío hoy. La escarcha la han comprado las multinacionales. Se asienta dejando en sus formas mensajes publicitarios en las lunas de los coches que aún no vuelan. Rasco. Tengo la sensación de llevar años arañando cristales helados. Se apoderaron de lo que era nuestro, ¿te acuerdas? Se formaba en la ventana del hotel al que te llevé, que a ti no te gustaba, pero que al final viniste y mirábamos los edificios de enfrente imaginando la vida de aquel hombre calvo que tenía un gato gris, o rellenábamos los ratos en los que no nos besábamos jugando a darnos palmadas. Tú siempre retirabas tarde las manos, que ahora están lejos, pero que vienen y son mías porque no hay un pintor que te pinte mejor que todos los días que son ya sin verte. El tiempo te embellece a diario en mi memoria. No te recuerdo defectos. Y alguno tenías.
En un futuro a setenta años vista tu personaje rememora otro tiempo en el que conoció al amor de su vida. En ese tiempo que podría llegar, dibujado por tus letras e imaginado por nosotros, que para él es presente y en el que ya es anciano, existen vehículos voladores y un calentamiento global asentado, que se apacigua por empresas que viven de suavizar el clima.
En esa época posible y por mucho que la ciencia avance hay cosas que siempre han sido iguales y nunca podrán cambiar, como la tristeza motivada por la ausencia de un ser querido.
La convivencia produce inevitables roces, en los que se evidencia que nadie es perfecto, pero el recuerdo reelabora la realidad, a menudo suaviza las minucias y ensalza e idealiza lo positivo.
Un relato que muestra, una vez más, tu capacidad para crear historias sorprendentes, a la vez que cotidianas, desde puntos de vista singulares.
Voy a intentar no poner más adjetivos, aunque los mereces.
Un abrazo, Miguel
Muchísimas gracias como siempre por tu tiempo.
Un abrazo, querido maestro.
Que bellos y dolorosos, por ende, pueden volverse algunos recuerdos. La memoria es selectiva, sí, y es el corazón quien selecciona.
Me ha encantado.
Besines.
Muchas gracias, Manoli.
Un abrazo.
Precioso relato. Deberías de escribir más.
Gracias, persona anónima. Todos debemos hacer cosas que al final no hacemos, por desgracia.
Un abrazo.