110. SILENCIOS ELOCUENTES (M.Carme Marí)
Natalia puede describir su relación con Alberto como una colección de silencios.
Los primeros fueron de adolescentes azorados, cuando otros descubrían sus miradas de complicidad sin todavía dirigirse palabra alguna. En los inicios de la juventud no se oían sus voces, pues sus manos todo lo decían. Con el tiempo se mudaron a compartir piso y sus labios tomaron el relevo, al recorrer sus cuerpos dejando mensajes de amor sobre la piel.
Adorado silencio cuando por fin el bebé dormía, y acababan ellos también en brazos de Morfeo, rendidos. Luego añoraban los silencios con las peleas de los pequeños y, en cambio, les sobraban al contemplar la cuenta corriente tras la llegada de las facturas. Y, cómo no, calló Alberto acerca del dinero perdido en casas de apuestas. La verdad salió a la luz. “¿Somos nosotros un juego para ti?”, le preguntó Natalia, con lágrimas en los ojos, esperando una respuesta. Pero ese doloroso silencio resultó más locuaz que cientos de palabras.
El último, cerrando la colección, fue el que llenó el aire de espesura cuando ella pasó a recoger sus cosas por el piso. Esa invisible densidad quedó flotando allí como única compañía de Alberto.
Las palabras son vitales, tanto las verbalizadas, con las que solemos expresarnos con mayor o menor fortuna, como las escritas, de las que algunos nos nutrimos mediante la lectura de buenos textos, al tiempo que tratamos, a veces, de componer los nuestros. El lenguaje es parte fundamental del ser humano, una criatura comunicativa y social. Pero poco se habla de los silencios, que también pueden ser cruciales, como lo demuestra esta colección de ellos, que lejos de ser tiempos muertos, resumen toda una vida en común, hasta llegar al desamor final y a ese último mutismo, semejante a un estruendo constante, el que provoca la nada y la soledad, fruto de errores y fracasos vitales.
Un relato muy bien construido, con un título de lo más apropiado.
Un abrazo y suerte, Carme.