40. SIN REFUGIO
El ropero donde acaba de esconder a su peluche preferido para que no pueda ver ni oír nada no es ya, descubre con con un escalofrío, escondrijo seguro para ella misma. La niña ha pegado un doloroso estirón en los últimos meses y sus piernas larguiruchas le impiden contorsionarse entre bufandas de lana, vestidos, faldas, jerséis.
No podrá volverse invisible cuando su tío, los ojos amarillentos y el olor a taberna incrustado en la piel, aparezca de nuevo en su cuarto tambaleándose y le obligue a meterse juntos en la cama a escuchar otro cuento de buenas noches.
Todo cambia, también la gente, que se supone que evoluciona, aunque algunos elementos parecen anclados en hacer daño y, por desgracia, sin visos de cambiar.
Las piernas de esta muchacha, como es natural, han crecido; todavía es una niña, pero quisiéramos que también creciese en ella el coraje para no esconderse y denunciar lo que ha venido sucediendo, porque ante ciertas actitudes lo procedente no es buscar refugio, sino ayuda y justicia, aunque también es cierto que desde fuera las cosas se ven de forma mucho más clara que cuando se sufren, como queda reflejado en los pensamientos y temores del personaje.
Un saludo y suerte, Ignacio
Me ha movido tu texto, he sentido el terror de la muchacha. Enhorabuena porque en unas pocas palabras lo has descrito.