80. Sin retorno (Blanca Oteiza)
Se le podía ver a última hora de la tarde en el andén mirando el reloj. Siempre vestido con su mejor traje, la camisa recién planchada y los zapatos nuevos esperando al tren de las ocho. No faltaba ni un solo día a su cita, fuera invierno o verano. Se sentaba en el banco junto al cartel con el nombre del pueblo, que coincidía, con el último vagón cuando el tren se detenía en la estación.
A las ocho en punto se queda absorto mientras sonríe a la segunda ventanilla del vagón de cola. Tras el pitido levanta su mano a modo de despedida y sale de la estación con la mirada perdida.
A cientos de kilómetros vaga el fantasma de una joven prometida que nunca llegó a su destino a tiempo, aunque cada tarde toma el tren para encontrarse con su amado. Con el vestido de los domingos y la maleta llena de ilusión fue atropellada en el andén de su apeadero.
Ayer fue distinto. En su cita vespertina esperaba junto a las vías y a las ocho en punto subió al tren y se fueron juntos los dos para no volver jamás.
En la canción de Serrat, Penélope espera con su bolso de piel marrón a su amado, que acaba por regresar, aunque ella no le reconoce, al haber envejecido. Parece que siempre han de ser ellas las que esperan y suspiran la llegada o la pérdida de la otra parte. La originalidad de este relato es que es a él a quien le corresponde ese papel, con un final en el que acaban unidos para siempre,con un mismo destino, justo lo que el personaje deseaba.
Un abrazo y suerte, Blanca
Muchas gracias Ángel por tu comentario.
Me pareció más bonito que fuera el hombre el que espera cada tarde, porque también los hombres aman de verdad.
Un abrazo
Precioso relato que aunque has cambiado los papeles no deja de tener ese tinte romántico y poético al que solo le falta que a el amado le hubieras puesto el nombre de Ulises.
Un abrazo y muchos besos virtuales.
Muchas gracias Virtudes.
Se me ocurrieron un par de nombres para los protagonistas, pero suelo preferir hacerlos anónimos, así cada cuál se imagina a su propio protagonista.
Un beso