81 Sirenas
A pesar de los esfuerzos por proteger a nuestra hermana, la gente de la superficie arponeó a Devaki y la sacó al exterior. Allá afuera terminaría dentro de un cubo lleno de restos sanguinolentos. Para cazarnos, utilizaban ondas de sonido con que rastreaban las profundidades de la fuente en busca de las más grandes de nosotras. Según ellos, ocupabamos mucho espacio, alimento y oxígeno en detrimento del desarrollo del hombre. Por su culpa, habían extraído a Elika, a Gandhari, a Devaki. Si el macho continuaba vivo, el resto de nosotras moriría. Rechinamos las encías desdentadas. Nadamos hacia él y giramos en círculos concéntricos hasta enrollarle el cordón alrededor del cuello,. Al tensar la línea, él se puso azul. Luego, cada una regresó a su esquina, de cara contra la placenta, a la espera del paso del ecógrafo y de los gritos de padre y madre cuando vieran las imágenes del tan anhelado varón que flotaba sin vida en el líquido amniótico.
Las sirenas nos son presentadas como seres de gran belleza, a la vez que engendros terribles. Tu relato incide en la segunda cuestión, hasta el punto de ser dañinas para su misma especie, incluso antes de nacer. Sin embargo, con todo ello, puestas en una balanza con los hombres, sería difícil saber quién es peor.
Un saludo y suerte, Patricia