50. Soy una buena persona
La reunión de vecinos se caldeó ante la desidia municipal.
Los exabruptos se superponían y algunas soluciones no podían constar en acta.
Cierto es que no vinimos a este buen barrio para aguantar día tras día esta desagradable imagen ante nuestro portal.
A la mañana siguiente se habían sustraído las tablas del respaldo. Luego, las del asiento. Quedó la armazón desnuda, convertida en una escultura involuntaria con él incluido dentro con sus mugrientas bolsas y sus ropas harapientas y malolientes. Su rostro, oculto tras la maraña de pelos y barba, amedrentaba.
Como presidente, llegué a ofrecerle una buena suma. La rechazó con su muda mirada.
Así, el rumor se hizo cierto: aquel era su lugar para verla salir y entrar, aunque ella ya no lo reconociera.
Un amanecer, sin más, el hueco se hizo ausencia.
Los saludos de los vecinos se tiñeron de complicidad y agradecimiento.
La noticia de que un hombre pobre, un pobre hombre, había ardido en un cajero, venía acompañada de la detención de dos muchachos. Esto último resultó un gran alivio: evitaba preguntas incómodas.
La retirada de los restos del banco nubló la memoria y consumó el olvido. D.E.P.


El miedo, el rechazo y hasta el odio hacia los no integrados, cuando se siente de forma colectiva, puede tener consecuencias terribles. El propósito de este vagabundo parece ser amoroso y platónico. Es inofensivo, incluso «una buena persona», pero a los supuestos buenos ciudadanos les incomoda su presencia e, incapaces por otros medios, optan por el más cruento para eliminar a quien consideran un estorbo, un elemento discordante en sus vidas. Lo peor es que después de la barbaridad, lejos de cualquier remordimiento, venga el olvido.
Un relato que resalta lo peor del ser humano, sin duda.
Un abrazo y suerte, Javier
La aporafobia es tal vez la fobia social más deleznable.
Para nuestra vergüenza es un relato uniendo dos hechos reales.
Gracias y saludos.
La noticia de la que hablas me pareció horrorosa en su momento. No entiendo como se puede ser tan cruel.
Es terrible que ante la pobreza prime el miedo o el odio en lugar de la compasión.
Un abrazo y suerte.
Hola, Rosalía. Entiendo recuerdes aquella barbaridad. También que los vecinos quitarán el banco cerca de mi casa para alejar a esa persona, es absolutamente real, aunque parezca increíble.
Gracias por tu comentario.
Lo que empieza como una fobia injusta remata con un asesinato, la detención de dos presuntos inocentes y el cruel olvido. Tan fuerte como bueno.
Gracias, Edita por comentar.
Muy bien lo de presuntos inocente. Yo mismo lo tengo claro.
Y sí, muy fuerte y dramático, como tantas realidades que construimos los llamados humanos. Más estos días.
Abrazos y salud.
Quería decir que yo mismo NO lo tengo claro.
Escribir, comentar, denunciar las injusticias sociales no impiden, por desgracia , que se sigan sucediendo. Tu relato refleja muy bien esa doble moral que en algún momento ejercemos todos.
Sabemos que la desigualdad , la caída en desgracia de muchos de nuestros congéneres existe e incluso ninguno estamos exentos de sufrirla pero no queremos verla frente a nuestro portal o en nuestro barrio. Por eso está bien seguir reflexionando y empatizando para no perder la humanidad que, por cierto, está en horas bajas.
Gracias por tu mirada Javier.
Un saludo .
Hola, Gema. Me encanta tu comentario. En él está lo que quería transmitir. Me alegra haberlo conseguido.
Mil abrazos.