11. Tatarabuelo. ( Fernando Garcia del Carrizo)
Le miré a los ojos fijamente imaginando que él también me observaba. Recuerdo que tenía seis años y era la primera vez que visitaba un museo. Mi padre me había explicado orgulloso antes de entrar toda su historia y de la familia, remontándose muchísimos años hasta llegar a él. Ahí estaba, en la sala principal, justo en el medio, donde todo visitante podía contemplarlo. Papá continuó describiéndole como un adelantado a su tiempo, un visionario, incomprendido por los de su época y como tantos genios encontrando el reconocimiento mucho años después de muerto.
Intenté encontrar en sus rasgos algo mío, la nariz, el ancho de la frente, pero no dejaba de ser un total desconocido. Con la perorata de fondo de mi padre, leí su nombre impreso en la placa y me sorprendió un apellido distinto. Homo sapiens.
Padres entusiastas y didácticos, como el de tu relato, que se entregan a enseñar a su hijo sus orígenes, son dignos de elogio. Pequeños inquietos que exploran curiosos el mundo, que asocian informaciones que reciben y otras que contemplan, tienen en sí el valioso germen de quienes desean asimilar y aprender.
Cuando nos creemos especiales o diferentes al resto de razas humanas, bien podríamos recordar que, evoluciones geográficas aparte, procedemos de un mismo origen. Todos tenemos algo de ese lejano «tatarabuelo».
Un relato entrañable, con la magia de lo que se descubre por primera vez.
Un abrazo y suerte, Fernando