26. Teclas blancas
Ahí estaba el instrumento; tal como lo había dejado hace unos meses, las teclas blancas habían permitido que se posase una fina capa de polvo que no se dignaba a quitar de encima. Cerca del instrumento estaba el joven músico, tumbado en la cama y con la cabeza colgando por el borde del colchón en dirección a lo que hace poco era un escape del agobio que le producía el día a día.
El joven se quedó mirando una vez más, parecía que estaba esperando que el ahora inmóvil objeto le diese una respuesta a la pregunta que nunca se había hecho. Había tomado la decisión de apartarse de la música tras los malos tiempos que había vivido; pensaba que para lo poco que le reportaba la actividad, no valía la pena todo el dolor y el malestar por el que había pasado. O puede que hubiese perdido su confianza en sí mismo.
Decidido; se levantó de la cama, caminó los pocos metros hasta el instrumento, lo cerró… pensando si algún día volvería a tocarlo.
Espero que sí y que no se deje llevar de los malos tiempos, las teclas blancas lo llaman. Un bico.