19. Tic, tac, tic, tac
Tienen que marcharse ya si no quieren pillar atasco. Yo soy la encargada de dar un último vistazo en las habitaciones, por si se han dejado algo.
—¡Ey, Nic!, se te olvidaban estos calcetines, y tú, Hugo, el cepillo de dientes… ¿Hugo?… ¿dónde estás?, ¿qué haces?
—Estoy aquí, haciendo la cama, mi madre me dijo que la hiciera.
Me echo a reír.
—¡Nooo, hombre, no…! No te dijo que la hicieras, sino que quitases las sábanas y las metieras en la lavadora.
—¿Por?…, no están sucias y volvemos en Navidades, ¿o no?
—Sí, claro que sí.
Lo observo mientras termina de hacer la cama; le cuesta, aún no domina la técnica.
—Sí, tal vez tienes razón, solo fueron cinco días, y no serán más de tres en Navidades; pero cuando os vais tengo que hacer cosas para distraerme. La casa se queda muy silenciosa, triste, diría yo. Así que lavo sábanas, plancho…
Ahora es él quien me observa, sorprendido y mohíno.
—Vaya…
Pero de repente se le ilumina la cara.
—¡Espera! Déjame tu móvil un segundo y te pongo algo que mola.
Y mientras regresan a sus vidas, yo me tumbo en la cama mal hecha y abro TikTok.
El tiempo pasa y todo cambia. Los que somos de otra época necesitamos a veces un empujoncito de las nuevas generaciones.
Un relato con el que muchos, que tiramos ya, o somos, talluditos/as (el tiempo pasa -tik-tak-) no podemos por menos que sentirnos identificados.
Un abrazo y suerte, Juillet
(Quería decir: Dominique)
Gracias, Ángel por dedicar tiempo (tic, tac, tic, tac) en leer y comentar.Estoy muy de acuerdo contigo, necesitamos, yo diría, empujones adolescentes, sobre todo adolescentes, para dejar de lado melancolía y cierto pesimismo. Ellos son generosos y cariñosos a su manera, aunque a veces cueste darse cuenta de ello. Un abrazo.😉