59. Tiempo de contemplación (Juana María Igarreta)
A Sabina le gusta su casa como está. Con los suelos salpicados de arañazos y quejumbrosos bajo las pisadas. “A esta casa y a mí nos sucede lo mismo: que somos viejas”, suele comentar a las escasas visitas que recibe. Sus sobrinos no entienden cómo puede vivir rodeada de tantas antiguallas. Pero ella, octogenaria y avezada en soledad, percibe en cada cosa el aliento de los que se fueron. Contemplando los ajados tapetes trabajados a ganchillo, rememora las hábiles y laboriosas manos de su madre; reconoce todavía en cada cuadro la pericia de su hermano con los pinceles; presiente, dormidos sobre la gran mesa del viejo comedor, los ecos bulliciosos de las prolongadas comidas familiares de antaño.
Hoy Sabina se ha levantado temprano. Tiene que reencontrarse con una amiga muy especial. El deseo de volver a verla aumenta tras cada tormenta.
Al llegar, fatigada y sudorosa, observa con alivio y deleite que su amiga centenaria sigue conservando su magnífico porte. Consciente de que puede ser la última vez que la contempla, le dedica un abrazo largo y efusivo, mientras se lamenta de parecerse a ella únicamente en el nombre.
No solo no somos eternos, sino que el tiempo, que a veces afirmamos sin tapujos que hace estragos, es indiscutible que deja huellas de desgaste a medida que avanza. Tu protagonista es una prueba de esta evidencia. Se trata de una persona que vive anclada en otra época, que fue la de su esplendor y el de su familia. Los objetos de los que no quiere separarse son sus aliados para mantener vivos los recuerdos. No estoy seguro de acertar, pero quizá, inmersa en esa vida contemplativa en la que se halla, el personaje que se llama igual puede ser ella misma en su juventud, en un retrato hecho por su hermano, ajeno a los inevitables cambios físicos. Corrígeme si me equivoco.
Un abrazo y suerte, Juana.
Hola, Juana. Confieso que leí el comentario de Ángel porque no termino de dilucidar quién es ese otro personaje que se llama igual que la protagonista… ¿Un cuadro de ella que pintó su hermano, como dice Ángel? ¿Una hermana gemela, como pensé en un principio? Y luego, como no me cerraba lo de ver a su amiga centenaria tras la tormenta y abrazarla, como buena nerd que soy, recurrí al diccionario de la RAE y creo haber resuelto el misterio: la sabina es una planta, un «Arbusto o árbol de poca altura, de la familia de las cupresáceas, siempre verde, con tronco grueso, corteza de color pardo rojizo, ramas extendidas, hojas casi cilíndricas, opuestas, escamosas y unidas entre sí de cuatro en cuatro, fruto redondo, pequeño, negro azulado, y madera encarnada y olorosa.» Supongo que la mujer está por morir y quiere despedirse del árbol que se llama como ella… Vos dirás si le acerté o si me inventé una historia que no era.
Cariños,
Mariángeles
Rectificación: Tras leer a a Mariángeles, me adhiero a su versión
Hola, Ángel, pues sí, tal como dice y define Mariángeles, la otra sabina es el árbol. Sabina humana envidia la longevidad y resistencia de su amiga vegetal. Ella presiente que le queda poco, pero a su amiga, que nació mucho antes que ella, posiblemente, y salvo alguna fatalidad, todavía le quede mucho tiempo enraizada a la tierra. Mil gracias por pasarte, a falta de una vez dos, por el micro. Lo valoro cantidad, como no podría ser de otra manera. Un abrazo agradecido.
Hola, Mariángeles, como le he dicho a Ángel y tú te interesaste en descubrir, me refería a la sabina árbol. En concreto me inspiré en una «Sabina albar», que son ejemplares que pueden alcanzar los 20 metros de altura y viven cientos de años. Mil gracias por tu curiosidad y por la detallada información que has dado. La verdad es que no conocía el significado de «nerd», creo que ya no lo olvidaré. Besos.
Si, yo también concluí que era la Sabina-árbol. Piensa en ella tras cada tormenta porque temía que algún rayo la pudiera matar.
Precioso relato, me identifico con ella por su apego a los objetos que van acompañando nuestra vida. Es cierto que sólo son objetos, pero a fuerza de estar a nuestro lado nos acercan a quienes también vivieron junto a ellos.
Hola, Rosa. Pues sí, lo que apuntas sobre la tormenta es tal cual. Gracias por lo de precioso. En cuanto a lo que dices sobre los objetos, a mí también me está pasando con algunos. Lo importante es aprender a mirarlos con serenidad, sin nostalgia. Así el día que los quitemos o tiremos no nos dará tanta pena. Muchas gracias por tus palabras. Un abrazo.
Juana, me ha gustado mucho como has ido enlazando los objetos con los recuerdos que evocan. Respecto a la sabina, a mí también me fascinan los árboles milenarios, como olivos, sequoias, o sabinas, como el de tu micro.
Un abrazo y suerte.
Hola, Rosalía, me alegra saber que te gusta el micro y también los viejos árboles. A nosotros, más últimamente, nos ha dado por conocer varios. Aquí en Navarra también tenemos algunos. De hecho hace pocos días conocimos el que llaman «el encino de las tres patas» en Mendaza. Tiene más de mil doscientos años. Le han tenido que poner una sujeción porque la oquedad que se le ha formado dentro cada vez es mayor y amenaza con acabar con él. Fue emotivo verlo y además el paraje donde se encuentra es precioso. Mil gracias por tu visita y palabras.Un abrazo.
Buena forma de unir la vida contemplativa de un personaje humano de edad elevada y la de un árbol, aunque he tenido que leerlo un par de veces y luego los comentarios. Aun así, muy buenas las imágenes de los objetos que le rodean. Suerte
Hola, Jesús, pues agradezco mucho tu voluntad de leerlo dos veces. Al escribirlo pensé que al decir que compartían el nombre de «sabina» quedaba claro que se trataba del afecto de la protagonista humana por el árbol. Me alegra saber que al menos te ha gustado. Un abrazo.
Hola Juana. No sé si será por mi pasión por los árboles, pero, desde que he leído el nombre de tu prota, intuía por donde irían los tiros.Me he sentido en la piel de esa mujer que ahora otros tiempos, pero que a la vez es capaz de admirar, con envidia sana, el poder y la belleza natural. Esa cura de humildad, ese aprendizaje es, a la vez, un acto de sabiduría.
Enhorabuena y suerte
Hola Alberto, me alegra saber que a ti también te gustan los árboles, y me parece muy interesante la reflexión que haces sobre Sabina, considerándola sabia al reconocerse más frágil que su tocaya árbol, mostrándole afecto y admiración. Muchas gracias por tus palabras. Un abrazo.
Un relato que rebosa wabi-sabi, Juana María. El tiempo avanza inexorable, pero a su paso deja unas huellas que tu protagonista sabe apreciar y la enriquecen. Y se siente en comunión con la naturaleza representada por ese árbol centenario. Un abrazo final que lo muestra todo sin decir nada. Enhorabuena.
Otro abrazo para ti y suerte.
Hola, Josep Maria, como dices, ante el paso del tiempo Sabina se apoya en objetos y marcas que le confirman lo que ha vivido y con quiénes ha compartido esa vida. Celebro que encuentres tanto wabi-sabi en lo que cuento. Y agradezco mucho tu visita y generosas palabras. Abrazo de vuelta.