85. TIEMPOS DUROS (M.Carme Marí)
No puede más. Natalia, cabizbaja, se pasa la mano por la frente. Lo hace medio escondida, al final del pasillo. Esta llamada ha sido muy difícil. La voz del otro lado del teléfono no lo podía encajar, y menos con la información de ayer.
-«Pero…, nos dijeron que su estado había mejorado dentro de la gravedad…»
-«A veces ocurre, se observa una leve mejoría, aunque después la evolución no siempre sigue esa línea y empeora.»
Sollozos como respuesta.
Van cinco diálogos parecidos en este inicio de semana. Ahora que los familiares no pueden acompañar a los enfermos, todo es más complicado. De explicar, de comprender, de asumir.
Natalia llega del trabajo. Se ha cambiado antes de dejar el hospital, pero se vuelve a quitar la ropa y se ducha, enjabonándose a conciencia. Entonces es cuando pasa a saludar a su madre, que ya se encuentra en la cama. «¿Qué tal has estado hoy?» le pregunta, y le da un beso. Y así un día tras otro. Esperando que las precauciones que toma sean suficientes para no llevar el virus a casa. Esperando que mañana haya menos bajas en su planta. Esperando tener que hacer menos llamadas disimulando su voz rota.
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Mucha fuerza a los de uno y otro lado del teléfono: a los profesionales de la salud y a los que han sufrido la pérdida de un ser querido.
Escuchamos, vemos y leemos testimonios a diario de sufridos sanitarios que han de ser testigos, durante jornadas maratonianas, de cómo sus cuidados acaban en baldío y a muchas personas, que no números, se les escapa la vida de forma prematura, sin que ni siquiera sus seres queridos puedan acompañarlos. Por si fuese poco duro, por mucha profesionalidad que intenten tener, comunicar después a sus allegados la peor de las noticias ha de dejar huella por fuerza.
Siempre lo han sido, pero las salas de urgencias de los hospitales son ahora, más que nunca, una fábrica de tristezas presentes y nostalgias futuras, acompañadas de vacío.
Algún día pasará todo este infierno pero va a ser difícil de olvidar y merece, como los grandes acontecimientos colectivos, una buena crónica en forma de relato como éste.
Un abrazo y suerte, Carme.
Muchas gracias, Ángel, por tu comentario, que embellece el relato con expresiones como «fábrica de tristezas presentes y nostalgias futuras, acompañadas de vacío».
Me gusta el detalle: «personas, que no números,» pues de tanto oir los indicadores numéricos parece que la parte humana se pierde por el camino.
Este infierno, como le llamas, deja tristezas a ambos lados del teléfono.
Un abrazo.
Carme.
Las voces rotas son de esas cosas que, cuanto más intentas disimularlas, más se te nota… Porque hay rotos muy difíciles de arreglar. Como la salud de nuestro país, su economía, su esperanza.
Gracias por este relato que homenajea a todas las caras del dado. Suerte y un beso.
Salva, ciertos son esos rotos… a ver qué se puede hacer por ellos – quizá poco a poco vayan mejorando con el tiempo (no nos queda otra que mantener algo de esperanza).
Tú podrías explicar mejor ese lado del teléfono que lucha por hacer menos llamadas como la del relato. Muchas gracias por ello.
Y por tu comentario, por supuesto.
Un beso y mucho ánimo.
Carme.
Emociona. Poniéndose también en el lugar de quién lo ha tenido que comunicar.
La verdad es que, por desgracia, hace unos meses me tocó el lado del telefóno que recibió la llamada…
Un tiempo después pensé el la doctora que me llamó, y más tarde (quizá como terapia-no-consciente?) salió este relato.
Muchas gracias por leer y comentar.
Carme.
La tristeza de hoy, el día a día. Corren tiempos duros y el desaliento nos cubre como un velo que esconde el luto. Bonito homenaje a los sanitarios y a las víctimas de esta peste.
Mucha suerte Carme!!
Bssss!!
Bonito tu comentario, Juancho («el desaliento nos cubre como un velo que esconde el luto»…).
A ver si hay suerte y, en no demasiado tiempo, podemos cambiar este día a día que nos va dando malas noticias girando a nuestro alrededor.
Gracias por pararte a comentar.
Un beso.
Carme.
Qué tristezas nos ha tocado vivir en estos tiempos, sobre todo a los que están luchando en primera línea. No por conocido, menos conmovedor. Suerte Carme.
Son tiempos duros para todos. El desaliento para los sanitarios, por lo poco a poco que se avanza en reducir el problema, y la tristeza de un duelo incompleto para los familiares (que tampoco lo pueden compartir, ni primero acompañando a los enfermos, ni luego con la familia y amigos).
Muchas gracias, Mar, por tu comentario.
Un abrazo.
Carme.