66. Tinieblas
Dicen que, si tienes una pesadilla, debes contarla para que no se cumpla, y su mejor amigo soñó cómo se caía golpeándose la sien, dañándose el nervio óptico y quedándose ciego. Y no se lo dijo.
Ocurrió. Sólo tenía veinte años. ¿Lo podría haber evitado?
Llegó la oscuridad y con ella la depresión, la agresividad… No quería que le leyeran los libros que antes tanto amaba. Era una rata de biblioteca.
Corría el año mil ochocientos noventa y no había muchos medios para ayudarle. Pidieron consejo a los doctores más afamados, hasta que uno de ellos comentó sobre un pedagogo francés, Louis Braille, que inventó un sistema de lectura y escritura para ciegos.
Con mucho esfuerzo se le pudo convencer para que fuese a una escuela donde pudieran enseñarle. Duros fueron los años que estuvo en el centro. Tras muchas caídas, golpes, sustos y llantos, aprendió a moverse con libertad, a pasear con su fiel perra Avena y, sobre todo, a volver a leer y escribir: su gran pasión.
Después de diez años, con todo el orgullo del mundo, somos testigos hoy de su gran día; asistimos a la presentación de su primer libro: ”Veo la vida sin ver”.
Hola Esther. Una bonita historia de superación la que nos narras de forma sencilla y clara. Me ha gustado tu relato y el mensaje que transmite. Suerte, un abrazo.
Los sueños a veces se cumplen. El problema es que, igualmente, las peores pesadillas también. Tu protagonista es alguien con quien se ceba el infortunio, que cae en el pozo mas hondo y oscuro, que tiene la opción de quedarse ahí o salir de él a base de ahínco y amor propio. Por fortuna, elige este segundo camino, en apariencia mucho más arduo que el otro, con el feliz resultado de que la persona se vuelve el personaje principal de su propio libro, ejemplo vital para el resto de sus semejantes. De no haber pasado por ese mal trago no hubiera llegado a ser quien es. Si se aprovechan las circunstancias, incluso las más adversas, todo es para bien.
Un relato que también podría haberse titulado «Esperanza», acorde con ese título de ficción: «Veo la vida sin ver», que se ajusta bien al tema de este bimestre, lleno de una humanidad contagiosa que demuestra que nunca debe tirarse la toalla, por muchas «Tinieblas» que nos caigan encima.
Como nota al margen, me voy a aventurar a decirte que no estoy seguro de si eres una Esther a quien conozco en persona. En todo caso, me alegro de haber leído este relato tan animoso y lleno de positividad.
Un abrazo y suerte
Mil gracias Barceló Martínez y a Ángel. Mantengo que sigo siendo una aprendiz. No se ni cómo me atrevo a publicar mis relatos al lado de los vuestros.
Si Ángel soy Esther la que tú conoces.
Esther, bien contada tu historia de superacion. Suerte y saludos
¡Como me gustas! Claro que mi juicio es algo partidista, interesado y zalamero. ¡Cómo no te voy a querer, si siempre miras más allá de lo que ven los ojos!