71. Todos en la luna
Este hombre que solloza lleno de amargura mirando la imagen no es otro que Archibald Fakemoon, acreditado fotógrafo encargado de componer la inmortal instantánea de la huella de la bota sobre la luna tras meses de preparación en los estudios Carlington, junto a Cabo Cañaveral. Con toda clase de técnicas paisajísticas logró reproducir lo que se pensaba que pudiera ser la superficie lunar.
El resultado es una imagen de gran belleza que el mundo entero tomó por real. Un cielo de intensísimo negro dibuja un horizonte irregular quebrado por ondulaciones y picos y un manto de arena gris poblado de cráteres, rocas y polvo hasta donde alcanza la vista. Todo presidido por el globo terráqueo, azul y luminoso que se recorta en el lado izquierdo. Y justo en el centro, la huella del zapato lunar del oficial de fontanería Leonard X., elegido al azar para tan delicada misión.
El llanto le ha sobrevenido cuando, al poder de la lupa, ha distinguido en la huella del zapato lunar restos inequívocos de myrtylla orensis, esa flor fragrante e inconfundible que solo crece en el jardín del propio Archibald al amoroso cuidado de su mujer, vieja amiga del fontanero Leonard por otra parte.
Hay personas que niegan que el hombre haya puesto alguna vez el pie en nuestro satélite, basándose en suposiciones carentes de toda prueba. Mucho se ha escrito sobre este asunto, también existen películas sobre el tema. Dando por buena esa hipótesis, que casi se puede considerar leyenda, este relato refleja el delicado montaje fotográfico encargado a un profesional para crear una ilusión. Nadie es perfecto y ha cometido un pequeño error en su trabajo. Seguramente nadie más que él lo perciba, con lo que su profesionalidad estaría a salvo. Otra cosa es la dolorosa noticia personal que ha salido a la luz tras un simple detalle.
Un relato divertido e imaginativo, en el que lo importante es el escenario y cómo es falseado, pero más aún lo que descubre quién acomete la tarea, una suerte de engañador engañado, que había estado en la inopia, o en la Luna.
Un saludo y suerte, Ignacio
Me encanta este relato donde hay sitio para la ciencia ficción, el humor y hasta un amago de conflicto amoroso, quién sabe si también de tragedia…
Suerte, Ignacio.