32. TRADICIÓN
El anciano recorre la casa. Cada estancia es un regreso al pasado. En una y otra habitación, abre cajones. Encuentra lo que ha guardado en el discurrir del tiempo. Cromos de equipos de fútbol que le apasionaban. Canicas de colores. Monedas en fundas de plástico. Postales de lugares que visitó. Sellos y, ahora… Ahora, colecciona ausencias.
Se fueron padres, amigos, la mujer que ¡tanto amó! y la hija que murió siendo niña. Queda Juan, el hijo. Apenas le ve. Sale temprano a trabajar y regresa al anochecer. Habitan el mismo espacio pero no se comunican. Juan habla. No atiende sus preguntas, interrupciones, suspiros… Es un monólogo que le desconcierta. Esta, es la ausencia más hiriente.
Una mañana le dice Debes irte, papá. Él, no entiende ¿Le echa de su hogar? Protesta. El hijo no escucha y sentencia rotundo. Estoy bien. No te preocupes. Mamá te espera.
En ese instante comprende que ha muerto. Juan le ha retenido. El duelo ha terminado y regresa la esperanza. Tiene la certeza de que, siguiendo la tradición familiar, el hijo guarda almas errantes. El padre se desvanece en la nada para ser ausencia en el corazón de los seres queridos.
Inquietante, onírico y muy muy original.
Enhorabuena, Ana.
Gracias. Me alegra que te haya gustado. Besos
Podía haber heredado un lunar, o el estrabismo, pero que elijas que sea el coleccionismo de ausencias lo que herede, es todo un acierto en tu relato. Mucha suerte, Ana Isabel, para esta tradición tan sugerente.