72. Transformaciones de Heraclio Trespalacios (María Rojas)
Es bajito, delgado y con el ojo derecho libertino. Aunque su carácter es afable, tiene épocas ariscas en las que se encierra en sí mismo, se apaga y se vuelve, como se dice por acá, un cusumbosolo. Heraclio cultiva la especia de la flor morada de pistilos sangre, originaria de un pueblecito legendario del Éufrates. Con mimo y esmero, entorcha los pistilos, estruja los estigmas y luego los transforma en finos condimentos, en perfumados aceites y en tintes mediterráneos.
En las noches de sus días opacos; el corazón le palpita acelerado, tiembla entero todo él, agazapándose al lado de su mujer como pájaro errante. Ella lo cobija entre sus senos ungidos de azafrán, calmando así esos espasmos amargos. Esas noches, es cuando más fecundo resulta su trabajo. El azafranero se convierte en un hercúleo guerrero que riega por los campos las hebras, hijas del sol.
Hola, María.
Un texto breve —porque tú eres de pocas palabras— pero inmensamente estético y enjundioso. Nos pintas un personaje inolvidable y con una destreza difícil de superar. Ya el nombre (iba a irme al Heraclio Fournier de los naipes),que opera de título, promete. Un título que completa la historia narrada. Y te aseguro que no defrauda. Eres la de los adjetivos, si ya lo decía yo. Eso del ojo «libertino» me ha dejado patente, una vez más, tu inteligencia literaria. «Cusumbosolo» ya es de apuntar en la libreta de los hallazgos. Y las transformaciones del bueno de Heraclio, el azafranero, conllevan cambios notables que nos relatas precisa en tino. Se apaga y se enciende. Como la estrella en que lo has convertido. Y cuando se enciende, pasa lo que pasa. No voy a repetir ese final «epopéyico», apoteósico, porque merece la pena leerlo en tu relato. Unos renglones tan preciosos como la más bonita efeméride. Todo un regalo que pide relecturas en avance y retroceso para gozarlo en toda su mágica intensidad. Mi más muy mayor enhorabuena. Y un beso cálido como lo es tu tierra. Como lo eres también tú.
Mi estimado Martín, tus palabras tan llenas de sentimientos buenos, me dan alegría y ganas de seguir con mis cuenticos. Es verdad que las especias y quienes se sumergen en ellas se sumergen en una gratuita grandeza que es imposible describir en toda su magnitud.
Para ti y la familia unas buenas Navidades y Año Nuevo.
Relato aromatizado con esencia de azafrán. Así de fino lo he sentido.
Efectivamente, Edita de especiar se trata, y si es de azafrán, mejor que mejor.
Un abrazo cálido.
La gente que hace algo especialmente bien también suelen ser especiales, diferentes. Esa personalidad con altibajos de tu protagonista es la trastienda de la brillantez, demuestra que nunca es oro todo lo que reluce. Si no fuera así, la maestría casi divina de este profesional sería magia auténtica. Él es humano, pero está cerca de ser un mago por encima del comun de los mortales, como también mágica es su mujer, que le entiende como nadie, sabe consolarlo y remendar sus horas bajas de genio para que siga haciendo esa labor mejor que nadie.
Una curiosa historia, con un lenguaje muy trabajado y realmente hermoso.
Un abrazo y suerte, María
Gracias, Ángel. Siempre tan pendiente de los relatos de este blog. Efectivamente las personas con los lo malos ratos son las que hacen que la vida funcione.
Un abrazo cálido.
Mil gracias de nuevo, mi querido Juan, por tus letras.
las especias tienen universos sorprendentes con personas reales, claro esta con sus luces y sombras.
prometido un relato de los aceros de Albacete. La fragua es otro tma apasionante.
Un súper abrazo cálido y lleno de bienestar.
Un texto muy poético, María, que nos muestra que en las cosas pequeñas también está la magia si uno/a se detiene el tiempo suficiente para encontrarla.
Un saludo.
A mi también me parece muy interesante las tribulaciones y vivencias de este Heraclio y sus cambios conforme avanza la jornada. Y nos trasmites sus experiencias de forma muy atractiva y con unas pizcas de «exotismo literario» (y del otro, claro), al menos para los de este lado. Suerte, María. Un abrazo.
Leyenda poética en el que mezclas la realidad con la magia de la siembra. Recolector y sembrador, y el amparo de los senos de azafrán. Enhorabuena por el texto y suerte.
¡Qué bonito relato María!
Una vida entregada a la flor, su pasión, parece que su ánimo vibra a través de ella.
Y gracias por cusumbosolo, preciosa palabra.
¡FELIZ AÑO 2018!