74. Trecho final (Alberto Jesús Vargas)
Para que el piso no se les quedara tan grande convirtieron el dormitorio del hijo en cuarto de plancha y el de la hija en pequeño despacho con una mesa de escritorio sobre la que más tarde instalaron un ordenador. Así podían ver crecer a los nietos por videoconferencia. Pero sigue habiendo un vacío instalado en aquella casa y aunque riñan a menudo por cualquier tontería, ni sus voces airadas ni las de las del televisor encendido son capaces de acallar el silencio latente de su convivencia. Los dos se hacen la misma pregunta: ¿Qué queda de lo que fuimos? Quizás la mera costumbre que conjura el miedo a la soledad, esa soledad que se vuelve mucho más amenazante en el trecho final de la vida. Y por creerse lo que ya no son, de vez en cuando sienten la íntima obligación de hacerse el amor, siempre con los ojos cerrados. Él piensa en la joven vecina a la que desea con lascivia de viejo verde y ella en aquel joven apuesto y enamorado con el que un día se casó.
La costumbre, el miedo a la soledad y la inercia mantienen juntas a no pocas parejas, agarrados a un endeble y último hilo, que como en el caso de tus protagonistas, puede que les fuese mejor cortsr. Tal vez si probasen a emprender caminos individuales se echarían de menos lo necesario para volver a valorarse, o puede que recuperasen la libertad que ahora ansían. Aunque en su caso, no puede decirse más claro con tan solo cinco palabras: «Creerse lo que ya no son».
La realidad de un desamor que trata de cubrirse con brochazos ineficaces de cobardía, de disfrazar unos hechos inamovibles.
Un abrazo grande, Alberto, suerte con este relato lleno de psicología y disfruta mucho en este trecho final del año, con la vista puesta en otro lleno de.posibilidades.
Como siempre, Ángel, haces un análisis muy certero. Este triste retrato del trecho final de una convivencia trata de poner de manifiesto que dos personas que se unieron por amor pueden seguir juntas pasados los años por miedo a la soledad. Gracias por tu comentario y por tus buenos deseos para el trecho final del año.
Alberto, que historia tan triste desde mucho antes de su comienzo. Si lo único que los mantenía unidos era la presencia de los hijos es porque no existía nada entre ellos que les hiciera desear un rato a solas, un viaje sin niños, una cena para dos…Parece ser que era una relación de pareja descuidada y, desde hacía tiempo, desbaratada. Seguramente es una relación mucho más habitual de lo que pensamos.
No leemos
Gracias, Isabel Cristina. El tema de esta convocatoria invita a escribir un relato triste. Aquí hay un retrato de dos personas que posiblemente vivieron en su día una historia de amor. La función ha terminado, pero los actores tienen miedo a abandonar el escenario. Un abrazo.
Ooooh. El final me ha conmovido: «Aquel joven apuesto y enamorado con el que un día se casó». El amor existió, pero se esfumó y eso es aún más triste. Aferrarte a un recuerdo que ya no volverá y que ni siquiera es correspondido. Muy íntimo y muy bien contado, Alberto.
Un beso.
Pues sí, María, aquí sería pertinente plantear la pregunta de qué es lo que une a dos personas que permanencen juntas cuando han dejado de amarse. Gracias por tu comentario. Un beso.
Triste y muy bonito.
Gracias por tu breve, pero amable y contundente comentario, Marta. Un abrazo.
Marta lo ha definido a la perfección con sólo 4 palabras. Triste, muy triste ese desarrollo en el que se va viendo el agujero que se agranda con los días y que va separando cada vez más a esa pareja. Y bonito, muy bonito (aunque no por ello menos triste) ese final en el que ninguno de los dos está donde y como tiene que estar. Por desgracia conozco gente en esa situación, rodando juntos por inercia, por pereza o por miedo a hacer otra cosa, o quizás porque ya se ve cerca el temido final y piensan que es demasiado tarde para convertirlo en un nuevo principio.
Nada, a esforzarse para no caer en ese agujero. Gracias por el recordatorio, Alberto, y muchísima suerte. Besazo.
Yo creo, Ana María, que tal y como comentas, hay determinadas situaciones nada gratas en las que se aguanta porque escapar de ellas puede resultar aún más indeseable. Con este planteamiento no cabe un final feliz y esa es la condena en la que viven los personajes. Gracias por leerlo y comentar. Besos.
Aun a riesgo de repetir lo que ya te han comentado, diré que me parece un micro intimista, escrito con mucha ternura y con un final nostálgico. Y es que, si la soledad es mala, todavía es peor el miedo a ella.
Un abrazo y suerte.
Que bien lo resumes, Rosalía, «si la soledad es mala, todavía es peor el miedo a ella». Eso es en parte lo que he intentado reflejar en este relato. Muchísimas gracias por tu acertado comentario. Un abrazo.
Alberto, que gusto leerte por aquí. Ya tenemos un nuevo punto de encuentro. Tu relato me parece triste, pero real. Y es eso lo que para mí le da valor. Con una pincelada has sabido captar el final de la vida de una pareja.
Y yo, Manuel, encantado de que te hayas sumado a esta gran familia enteciana. Gracias por tu comentario. Un abrazo.