06. UN CÍRCULO DE SILLAS (Jesús Alfonso Redondo Lavín)
Era la primera vez que me encontraba en medio del pabellón de baloncesto. Los otros siete estaban ensimismados, envueltos en una atmósfera de silencio solo roto por el roce de las sillas, dispuestas en círculo, contra el parqué, en las que esperábamos sentados. Se palpaba la desgana. Me peguntaba si estuvieran cumpliendo una obligación como parte de una condena judicial; tal era mi caso.
El que tenía enfrente disimulaba con un pañuelo al cuello una cicatriz; ¿el roce de una cuerda?, pensé. Una chica joven, a mi derecha, escondía sus muñecas estirando las mangas del jersey. A mi izquierda uno extremadamente delgado, de edad indefinida y sucia melena, balanceaba su cuerpo de atrás a adelante apretando con sus puños las fosas de sus codos tatuados. Los demás miraban hacia un horizonte perdido tras las ventanas por encima de las gradas vacías.
Llegó la sicóloga de gafas grandes y melena corta con un block de notas. Todos hablaron. Ella con ganas de terminar, escuchaba y apuntaba.
Llegó mi turno.
Miré al techo, tratando de ausentarme de aquella rueda de rostros anónimos que clavaban sus miradas en mí.
Invadido por la vergüenza vacilé antes de hablar:
─Soy… Luis, y soy… ludópata, balbucí.
Muy gráfico el ambiente desangelado en el que se desenvuelve la trama de este relato de almas perdidas. A veces se nos olvida que el ente anónimo de un sentimiento tiene detrás nombre y apellido.
Un saludo y suerte
Muchas gracias, Ana, por tu amable comentario
La terapia de grupo es una de las mejores medicinas. Somos seres sociales, cerrarnos demasiado en nosotros mismos ocasiona no pocos problemas. Hablar, compartir y empatizar nos sana y hace mejores.
Bien formado este círculo de sillas.
Un abrazo y suerte, Jesús
Gracias Ángel.
Excelente relato!
Gracias, Mar.
Buen momento para sacar al aire el tema de tu relato. Triste, complicado, arrinconado ante la opinión pública y dura la búsqueda de solución para un problema tan complejo. Pero por tu parte es muy positivo plantearlo como lo haces personificado en Luis, a escondidas, con vergüenza, intimidado por esas miradas de rostros anónimos pero haciéndonos, por narices, pensar.
Gracias Miguel. Es cierto y a los que no sufrimos de estas inclinaciones nos cuesta entender cómo estas personas están exclavizadas por sí mismas y lo difícil que les resulta soltar esas cadenas.
Un relato muy necesario, Jesús, tanto para las personas que lo están viviendo y sufriendo como para las que sólo lo conocen de pasada, de oídas. La sociedad es compleja y la normalidad conocida como una tabla rasa no existe y es verdad que hay algunos problemas muy complejos en los que la terapia de grupo es fundamental
Y están condenadas al rechazo social. Gracias Isabel Cristina.