07. Un cúmulo de circunstancias (Francisco Javier Igarreta)
Para sobrellevar la vida de recluso era conveniente mantener rituales y rutinas. Intentar hacer un pacto con el tiempo. En definitiva, estrategias para matarlo. Como cada tarde, Mortimer se encaramó a las rejas de su celda para contemplar la puesta del sol. Un privilegio de veterano, condenado sine die a la pena capital. Dadas las circunstancias, aquellos momentos constituían una sus escasas posibilidades de evasión. O de caer preso de la nostalgia. Pese a todo todavía podía rescatar algún recuerdo feliz.
Mortimer había tenido una infancia difícil. Los años de reformatorio le llenaron de rabia y resentimiento. Su escasa empatía, unida a una extrema meticulosidad, conformarían su particular modus operandi. Pagado de sí mismo, cobraría por objetivos. Alérgico a los escrúpulos de conciencia, lo importante era mantener la distancia. Entre su punto de vista y el punto de mira sólo había un problema de balística. En cierta ocasión se cruzó en su trayectoria un imprevisto. Un lamentable daño colateral.
Ahora que su sentencia estaba al caer, la mortecina luz del atardecer parecía empeñada en recordarle aquel muerto, y la imagen largamente encriptada del niño que aquel día se puso a tiro, le dio de lleno.
Un atardecer es lo único que le queda a este reo, a la espera de que se ejecute su sentencia y termine su vida errónea, con un último error que es el que más le duele, un recuerdo que hace que la puesta de sol pierda su brillo, convencido, como sin duda está, de que ese niño que se interpuso en su punto de mira sí podía haber sido feliz, lo que él no pudo ser.
Un relato con un personaje muy bien definido, que pese a su falta de escrúpulos aún conserva algo de conciencia. Una reflexión sobre si la niñez y las circunstancias nos marcan y dirigen, o si tenemos algún margen para actuar de otra forma, aunque el niño disparado no tuvo ninguna opción, solo una vida truncada.
Un abrazo y suerte, Javier
Hola Ángel, tema espinoso el del determinismo moral. Parece que por mucho que el mal empuje, siempre existe la posibilidad de dar un volantazo, pero no es fácil enjuiciar las situaciones concretas. Gracias por tu comentario. Un abrazo.
Se alinean los astros y ocurre lo que ocurre, el problema está en que tanto va el cántaro a la fuente que termina rompiéndose. Aunque es difícil hacer un juicio de valor de una persona que ha tenido esa vida, la derivada ha sido tan rotunda que no cabe el perdón, al menos en nuestra sociedad.
Relato duro, con un poso sentimental en esa la contemplación de la puesta de sol, al menos le servia para aguantar vivo.
Gracias por tu comentario Rosa. Como apuntas, está visto que hay personas que, incluso en las circunstancias más extremas es capaz de encontrar un rayo de luz. Un abrazo.
Javier, no es fácil meterse en el mente de un asesino, que a pesar de la vida que ha llevado y su propia falta de empatía, es capaz de disfrutar del atardecer y lamentar ese último daño colateral. Pero tú has conseguido meternos en su vida.
Un abrazo y suerte.
Hola Rosalía, muchas gracias por tu comentario. Un abrazo.