36. Vasos comunicantes
Ha conseguido un pequeño papel en la película: se festeja el regreso del héroe y nuestro personaje sale de la multitud y se le acerca mostrándole una foto; el protagonista la mira, asiente, le palmea el hombro; sigue su recorrido mientras al otro se le humedecen los ojos.
La escena no tiene diálogo. El debutante ensaya antes del rodaje, empeñado en dotar de sentido dramático a su actuación: unos pasos tímidos, su mano temblorosa, el gesto exultante. Lo ayudaría saber qué contiene la instantánea, pero el guion no lo precisa.
Se estrena el filme y su intervención no pasa desapercibida. Sus paisanos lo felicitan, algún impulsivo le pide un autógrafo.
Firma un contrato para rodar en el extranjero varias producciones de elevado presupuesto. Público y crítica especializada ensalzan sus dotes interpretativas.
Vuelve a casa convertido en una celebridad, pasea por sus calles y es aclamado por la multitud. Alguien se le acerca para mostrarle una foto. Él la mira por cortesía, sin fijarse en su contenido. De sobra sabe que en los ojos y en el semblante del joven admirador se encuentra la única certeza.
Un relato circular, comienza como termina y finaliza como empieza. De fondo, la admiración que puede causar una persona sin apenas esfuerzo ni motivo aparente, solo porque estaba en el lugar preciso y en el momento oportuno. El contenido de esa foto es lo de menos, lo importante es la impresión colectiva que ha suscitado y cómo se le idolatra.
Un relato con un halo de misterio y una carga sociológica que quizá nos muestra de que manera podemos llegar a comportarnos movidos por el grupo, por un sentimiento común, contagioso, aunque no tenga una explicación del todo racional.
Un abrazo y suerte, José Luis