24. VELANDO ARMAS (Toribios)
Suena el despertador y me levanto. Camino del baño tropiezo con una greba. Me aseo, peino mis barbas, me coloco el peto. Al ir a dar un beso a Dulce, hago ruido sin querer con la rodela. Bajo al garaje. Iría en moto, pero la última vez un municipal me multó por llevar la lanza en ristre. Que si contravenía no se qué ordenanza… Todo son pegas. Cogeré el coche.
Llego a la oficina y coloco el yelmo en el perchero. Ya ni hay estante para los sombreros. Qué tiempos. A Media mañana bajo a tomar un tentempié; lo de los duelos y quebrantos ni les suena. Pido un triste sándwich.
Los clientes apenas ya se asombran. Los compañeros me requieren cuando hay alguna pendencia en que mediar. Cuando acabo la jornada vuelvo a casa. Dulce me ayuda con el peto y las hombreras. Hace tiempo que no me dice nada, pero entiendo que esté molesta. No es normal que estemos en septiembre y siga así desde carnestolendas. Pero no puedo, algo me impide despojarme de este hábito de caballero. Una fuerza me impulsa a seguir vigilante. Al menos mientras seres viles y desaforados se empeñen en echarlo todo abajo.
Hay motivos para velar armas en todas las épocas, la nuestra no es una excepción. Tu moderno y simpático Quijote, quizá un poco trastornado, como corresponde, sabe bien que nunca faltarán pendencias en las que mediar. Quizá le convendría pasarse a un atuendo más acorde con estos tiempos, pero él es así, trasnochado, auténtico y necesario, con un punto encantador. Más como él nos harían falta.
Un abrazo y suerte, Antonio
Gracias, Ángel. Ser Quijote está trasnochado si nos vamos a la indumentaria, pero pendencias nunca faltan; y gigantes amenazadores menos… Un fuerte abrazo.
El relato típico que te hace decir: “¿Por qué no se me habrá ocurrido a mí esto?” En realidad sé la respuesta, pero me ahorro decirlo porque ya todos la sabéis. No voy a decir tampoco que me parece de lo mejorcito de la presente convocatoria para que nadie se moleste.
Gracias, Edita. Qué más decir. Un abrazo.
Qué bueno, Antonio, ese caballero que se resiste a evolucionar con los tiempos. Me encanta cómo adaptas cada punto a la actualidad, en particular lo de la multa por ir lanza en ristre en la moto, me ha parecido genial.
Un abrazo.
Pues, Gracias, Ana María, por tu atenta lectura y comentario. Sí, tiene su gracia imaginarse alguien con una lanza entre el tráfico… No quiero ni pensar en qué diría el guardia. Un abrazo.
Propongo enviarlo en “misión casi imposible” a EEUU. Por si puede desfacer el pequeño entuerto en el que nos ha metido ese personajillo que gobierna el país.
¿Le pagamos el billete?
Interesante lo de traerlo a nuestros días. Criatura, cuanto trabajo!
Sí, en ese y en otros estaba pensando. Qué apaño hace un Quijote en todas las épocas, sobre todo en algunas… Un saludo, Rosa.
Magnífico, Antonio, me ha encantado.
¡Abrazo!
Muchas gracias, Aurora. Un saludo.
Muy bueno Antonio.
Vivimos una época en la que cada vez hay menos Quijotes dispuestos a «desfacer entuertos», y más pragmáticos y acobardados Sanchos.
Ojalá hubiera mucha gente con el compromiso y la valentía de tu personaje.
Gran propuesta.
Enhorabuena.
Gracias, Víctor. Razón tienes. Hasta Sancho tiene sus valores, pues es fiel y tiene sentido común. Un saludo y suerte con el tuyo.
Genial, Antonio, qué bien adaptado el espíritu del Quijote a los tiempos modernos. Imaginativo, crítico y muy divertido. ¡Felicidades!
Muchas gracias, Juana María. Saludos y suerte.
Muy buen relato Antonio. Lo de tu protagonista sí que es ir de Quijote por la vida. Saludos
Divertido, ocurrente, quijotesco a más no poder, Toribios. Y, acaso hay algo que no pueda pasar en el siglo XXI? Estupendo relato. Un abrazo y mucha suerte.
Vaya despliegue de vocabulario quijotesco! Muy original y divertido.
Excelente propuesta, espero que llegue tan alto como merece.
Me encanta este Quijote, a caballo entre dos mundos, y que no se puede desprenders del disfra que se puso en carnaval porque es el más acorde con su personalidad.
Un abrazo y suerte