Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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50. Vidas robadas

Mi corazón retumbó como chácara y tambor nada más verte: eras idéntico a mí, un clon gigante. Llegaste en mitad del curso, te sentaste en el asiento vacío de mi pupitre y ese mismo día dejé de ser la cenicienta a la que todos martirizaban. Te llevaste al macho alfa al aseo y al rato regresó cariacontecido y ordenó a la manada que jamás volvieran a llamarme la Expósita. “Su nombre es Violeta”, repitió tres veces. También enseñaste al mal nacido de latín nuevas variantes del Kamasutra. No volvió a invitarme al despacho a refuerzo alguno.

Tú eras el sol de mi medianoche, mi alma gemela; dos gotas de agua fluyendo entre vasos comunicantes. Pero cuando por fin me decidí a besarte, interpusiste tu mano entre mis labios y los tuyos. No podía entender nada y te pedí explicaciones. Me contestaste que nuestro amor era para toda la vida, que no me preocupase: ese mismo fin de semana entendería todo. El domingo fuimos a una casa de reposo en las afueras. Una mujer gritaba y deambulaba sin rumbo, loca perdida. Tú me abrazaste muy fuerte por la espalda. Tenía nuestra misma mirada; un cielo plomizo a punto de diluviar.

14 Responses

  1. Rosa Gómez Gómez

    Javier, si no he entendido mal son dos hermanos. La mujer de la casa de reposo, su madre. En el final y en el título se entiende el relato, ¡sorpresa!
    Suerte.

    1. Javier Arroyo López

      Hola Alberto
      Gracias por leer y comentar. Me alegra que te haya gustado. Sí, son dos hermanos, desconocidos hasta entonces.
      ¡Saludos!

  2. Aurora

    Al principio me vino a la cabeza el cuento de William Wilson de Poe y pensé en un doppelgänger. Pero luego vi que no era un doble malvado, era justo lo contrario: un gemelo de carne y hueso y bueno. Para cerrar el cruce de miradas con la madre, que supongo enloqueció cuando le robaron a los gemelos y enlaza con el título. Muy bien hilado, Javier. Precioso ese color del cielo plomizo, genial.
    ¡Abrazo!

    1. Ángel Saiz Mora

      Tras cada acción hay un motivo. Los de este ángel protector se desvelan al final. El vínculo familiar, salvo raras excepciones, mueve a la empatía y a la acción si es necesario. Es gratificante pensar que los vacíos se llenan, los misterios dolorosos se revelan, y el color se abre paso entre tanto gris tóxico.
      Un abrazo y suerte, Javier.

      1. Javier Arroyo López

        Sí, Angol, al menos los mellizos se han conocido y pueden disfrutarse el resto de su vida

        Gracias por leer y comentar

    2. Javier Arroyo López

      Hola Aurora:

      Sí, es el hermano que la busca toda la vida y cuando la encuentra la protege. El cielo plomizo fue casual, cuando lo escribí, el cielo, el valle, plagado de nubes rastreras, y el mar se fusionaban en uno, dando al día ese aspecto. Machado decía «mar de acero y cielo de plomo». Rezumaba tristeza, como supongo que le pasaría a esa madre y sus hijos.

      ¡Saludos!

  3. Rosalía Guerrero

    Javier, me gusta mucho como se cruzan en tu micro las emociones: la alegría de la narradora al encontrar a su alma gemela que la defiende y apoya ante la adversidad, junto con la tristeza de la madre loca y los ojos a punto de diluviar.
    Es una historia dramática, en la que late la esperanza de esos hermanos reencontrados, que ya nunca volverán a estar solos.
    Un abrazo y suerte.

    1. Javier Arroyo López

      Hola Rosalía:

      Sí, ellos podrán reír toda la vida que por fin pueden vivir. Por mucho que uno lo piense es muy difícil imaginar lo que deben sentir esos niños robados cuando reencuentran a sus familias, aunque sean hayan dejado de serlo. La de veces que sus ojos habrán diluviado al saberlo, los de ellos y los de las madres.

      Gracias por leer y comentar

  4. Javier Arroyo López

    Amigo Jesús. Muchas gracias por leer y comentar. Me alegra mucho tu opinión ya que es justo lo que pretendía, que una mirada resumiera toda una vida, todas unas vidas, lo que une a los hermanos a seguir viviendo, ahora ya juntos.

    Una abrazo muy fuerte.

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