40. Vuelve a casa, vuelve
En otoño escogen a los más jóvenes, los separan de las faldas de su madre y los llevan en camiones hasta la gran ciudad.
Enseguida, los urbanitas se hacen con ellos y los encierran en sus salones. Se convierten en prisioneros al calor de un hogar que desconocen.
Pasan los días lejos de su tierra, sin agua ni apenas luz solar. Pero, a cambio, les ponen luces y bolas de colores. Hasta que, entrado el nuevo año, empiezan a ser un estorbo en las casas.
Entonces solo hay unos cuantos que tiene suerte, unos cuantos abetos que, escuálidos y medio muertos, son entregados a tiempo para regresar a los brazos de Pachamama.
Efectivamente, todas las Navidades se produce una auténtica masacre de árboles jóvenes, de vidas sacrificadas por amor a una tradición humana y, como bien dices, tan solo una mínima parte consigue sobrevivir.
Un relato que juega muy bien con el segundo sentido y los sentimientos que produce, al principio, pensar que se trata de niños, con la inclusión de una palabra quechua: Pachamama, que acabo de aprender que se refiere a la madre Tierra, bajo un título muy apropiado, conocido eslogan publicitario y pegadizo de una conocida marca de turrones.
Sencillo, emotivo, simpático, breve, acertado y bien contado.
Un abrazo y suerte, Aurora
Ángel, me alegra y reconforta tu comentario, desde luego siempre es acertado, es admirable porque prestas atención a cualquier detallito subterráneo, es genial. Muchas gracias
Abrazo
Aurora, otra genialidad de las tuyas. Me ha gustado mucho.
Un fuerte abrazo
Otra ocurrencia de las mías, mejor dicho, jajaja
Muchas gracias por leer el texto, Javier
Abrazo
Aurora:
Muy real y emotivo tu relato. Al principio pensamos que se trata de personas y luego descubrimos que son árboles. Un desprendimiento doloroso que ocurre muchas veces en ambos casos.
¡Suerte! Abrazo fuerte
Graciela, qué ilusión leer tu comentario, nunca mejor dicho un desprendimiento doloroso.
Muchísimas gracias
Abrazo