72. WENDOLYNE (Toribios)
“Tan dentro de mí, conservo el calor, que me hace sentir…”. Era verano y nuestros balcones se miraban con la expresión de asombro de quien se encuentra a la novia de la infancia en una conferencia sobre el clima en Tombuctú.
“Como buscan las olas la orilla del mar…”. Así esperaba yo la hora de la siesta para cantarte bajito la canción, escondido tras la persiana.
“A pesar de estar lejos, tan lejos de mí…”. Tan cerca y… tan lejos, tus cabellos como hilos de oro, a pocos metros, en la calle estrecha.
“Y al murmullo del viento le he oído decir…”. Te asomabas y tratabas de ubicar el origen de la melodía sin conseguirlo.
“Aún recuerdo aquel amor. Y ahora te alejas de mí”. Fue solo un verano. Nunca supe tu nombre. En otoño te fuiste como las golondrinas.
Hoy has pasado por esta ventanilla sin sol a pedir una licencia para algo. Tenías mechas azules y en tu carné decía que te llamas Ramona.
Una época propicia y una banda sonora adecuada pueden crear, alimentadas por la distancia y las ensoñaciones, imágenes idílicas respecto a otra persona, así como expectativas. Pasa el verano, el balcón deja de ser una puerta a un paraíso imaginado, del que ha desaparecido Eva, que reaparece tras una ventanilla sin ese encanto de antaño, la prueba es que no se llama Wendolyn, como la mujer que evoca Julio Iglesias en su canción, que sirve de hilo conductor, sino Ramona, mucho más prosaico.
Un relato sobre el contraste entre lo imaginado y lo obtenido.
Un abrazo y suerte, Antonio
Certero y fino análisis, como siempre. Muchas gracias, Ángel.