55. «Yo quisiera ser civilizado como los animales»
A Pablo no le gustan los animales. Eso le recuerda a diario su familia. Lo recalca su abuelo cuando el muchacho le censura por tener cinco canarios y un verderón enjaulados. Su padre, que no se pierde una corrida de toros de la Feria de verano, también lo señala bastante decepcionado. Y dado el ejemplo recibido, incluso su madre suele reprocharle tan extraño distanciamiento. Ella, sin embargo, adora a su caniche y, con jersey y coletilla, lo lleva de compras al Corte Inglés, a las concentraciones vecinales y a torrarse durante horas en la playa. Por otro lado, su tío Andrés que, en cuanto se abre la veda, coge la escopeta y corre al coto a disfrutar de gamos, conejos y tórtolas, osa poner en solfa la sensibilidad de su sobrino. Con él, recuerda Pablo, fue por primera vez al Circo a los siete años y, después de ver al domador mortificar con su látigo a leones famélicos y caballos amedrentados, no pudo disimular su repulsa. Y aunque, además, le entristecen los zoológicos y no aprueba los safaris, digan lo que digan, sólo tiene problemas de empatía con algunos animales racionales. En consecuencia, ha dejado Medicina y cursará Veterinaria.
No cabe duda de que entre los peorea defectos de la especie a la que pertenecemos se puede encontrar la hipocresía, y con ella eso de ver la paja en.el ojo ajeno y no la viga en el propio. Como alguien dijo: «Cuanto más conozco a los animales más quiero a mi perro». Tu protagonista ha tomado una coherente decisión, basada en su experiencia y observación.
Un abrazo y suerte María José.