102. Mal de ojo. (montesinadas)
Yo no estoy loco, solo tengo mala suerte, y aunque así fuera, ¿quién no lleva alguna locura dentro? También puedo definirme como osado, aventurero y valiente, rasgos que, por otro lado, son totalmente deseables en un artista porque, aquel que no rompe en el arte, muere esperando su oportunidad.
A mí se me presentó aquella noche en que acepté el encargo de Mr. Robson. Tenía hasta la salida del sol para hacerle un retrato a su mujer. Pagaba una buena cantidad de dinero que gastaría en materiales, en mujeres y en brandi.
Me instaló en la habitación, la iluminó con velas y comencé a pintar aquel rostro ya afilado, macilento y con un ojo cerrado, según el marido desde que nació. Decidí darle al retrato un toque personal y la pinté con los dos ojos abiertos para que pudieran imaginar, cómo hubiera podido ser todo, con otra mirada. Entré con ella en el ataúd y lo cerré, quería conocer la verdadera intensidad del negro. Parece que la bebida se tornó en fatiga. Cuando el asistente de la funeraria echó la llave, desperté. La mujer abrió un ojo reseco y oscuro, quizás por primera vez. Desde entonces no levanto cabeza.
Manuel, que bueno y gracioso el final. Parece hecho para esta vispera de Todos los Santos. Suerte y saludos