118. Santos Inocentes (montesinadas)
Madre quedó pronto viuda. A mi padre lo arrasó un tractor sembrando el terror entre los bancales y quedó semienterrado de tal forma-mágica dirían los vecinos- que no pudo extraerse el cuerpo.
El párroco decidió echar tierra sobre él y clavar una cruz. Dejó mujer e hija y una deuda con el terrateniente que además era ministro de no sé qué.
De la noche a la mañana dedicó la finca a la caza. Madre quedó de guardesa y haciendo grandes peroles de migas para los de la capital, que venían a tirarle al corzo.
El ministro, siempre que aparecía, llevaba a Madre a su habitación, decían que para regañarle, pero le echaba el brazo sobre los hombros por el pasillo. Madre mostraba en su rostro la belleza pulida que dejan las horas a merced de los caprichos de la naturaleza.
La acusaron de furtiva, por matar dos conejos y volarle el sombrero con pluma a uno, un domingo de montería. Como castigo nos llevaron a su casa en la ciudad.
Madre va a traerme una hermanita, mantenemos la casa, cocinamos y limpiamos la escopeta del ministro que por accidente, ayer le estalló en la cara en su último disparo.
Donde las dan, las toman. No se por qué este maravilloso relato me trae a la memoria a aquel juez y ministro, Mariano Fernández Bermejo, y su cacería acompañado de otros gerifaltes de diversas raleas. Y no hace tantos años de eso. Buen homenaje a Delibes y a la literatura costumbrista. Suerte y un saludo.
Parece mentira lo que te cunden las 200 palabras, Manuel. Una historia muy completa, narrada con pequeñas pinceladas, hasta completar un cuadro costumbrista que no parece tan lejano, ¿verdad?
Suerte y beso,
Dura vida la de «Madre» y tantas madres que lo único que quieren es sacar adelante a los suyos. Demasiados poderosos que todo lo comparan, hasta que se encuentran un final como el de tu relato. La vida de ciertos señores o las circunstancias se prestan a terminar tal cual. Suerte.
Besicos muchos.
Pobres y ricos, amos y siervos, desigualdad absoluta entre clases, con un hombre que muere trabajando y encima entra en deuda, que ha de pagar su familia de diferentes formas. La violencia nunca debería justificarse, pero hay disparates a los que parece que sólo se les puede poner remedio de forma drástica. Un homenaje digno a un grande de nuestras letras.
Un abrazo, Manuel. Suerte
Claro, si juntas la inspiración de Delibes con la maestría de Montesinos salen cosas así.
Enhorabuena y abrazo.
Manuel, buena historia y mejor narrativa. Suerte y saludos