Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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60. CAMAS CALIENTES (Belén Sáenz – Fuera de concurso)

Al acabar mi turno le mullo la almohada con la palma lisa sentado al borde de nuestra cama. Ella se desnuda rápido, sin darme la espalda y sin decir palabra, como siempre. Sólo sé que es nigeriana y que tiene el cuerpo brillante y firme, como una piedra rescatada del fondo del río. Luego se escurre bajo nuestra manta, que aún conserva mi calor y, de cara a la pared, intenta robar unas horas de sueño al recuerdo de su último cliente. Nunca me he atrevido a tocarla. Ni siquiera a preguntarle cómo se llama. Desde la confianza que me concede la puerta entornada, le deseo que tenga un buen descanso y me voy a comerme el mundo.

Cuando vuelvo al piso escapando de las dentelladas del día, es Pavel el que mulle nuestra almohada con el puño antes de irse a buscar cobre, pero si tiene algo de dinero le pide a Primer Turno —como él la llama— que se espere, que empiece por él su jornada de trabajo. Y entonces no me queda otra que cerrar la puerta sin hacer ruido y asomarme a la cocina, a ver si Wilson me invita a uno de sus mates.

9 Responses

  1. Martín Zurita

    Hola, María Belén.
    Veo el tuyo como un relato coral, el de los okupas, seguramente, que gira en torno a esa casa y a esa cama llena de calor, que todos mullen al otro conforme salen «a comerse el mundo», ojalá, qué expresión tan adecuada. Como afortunado es el apelativo de Primer Turno adjudicado a la prostituta. La solidaridad entre ellos, el respeto, con probabilidad el cariño, quedan reflejados en ese mullir la almohada unos a otros según su turno. Me gusta tu texto. Pone un punto muy estimable de ternura a la crudeza de la emigración. Besos.

  2. Ángel Saiz Mora

    Vaya relatazo que te has marcado, Belén, fuera de concurso o en él. Imagino a los ocupantes de un piso-patera de diferentes nacionalidades, africanos, hispanos y quién sabe si más, que comparten un mismo lecho que, a la fuerza, nunca pierde el calor, pero lo hacen con gran consideración, como la familia mejor avenida. La idea y la forma en que lo cuentas son un acierto, algo que tampoco me sorprende.
    Un abrazo fuerte, Belén

  3. Jesús Garabato Rodríguez

    Muy bello, aunque triste, tu relato, Belén. No sabía que a esa forma de compartir lo más íntimo, nuestro calor, se le llamara así. Tus personajes parecen mantener la dignidad dentro de su desgracia, a pesar de los que la consienten y se aprovechan de ella. Enhorabuena y suerte. Saludos.

  4. Esperanza Tirado Jiménez

    El título me ha recordado un documental que vi no hace mucho sobre la construcción de una de las fábricas de donde vivo. No había infraestructuras para atender a todos los obreros que vinieron. Y tenían que dormir dentro de tubos de hormigón, tenderetes de plástico o chozas mal construídas. Y cuando uno se levantaba, el del turno anterior que llegaba de trabajar se acostaba en el mismo hueco.

    Eran los años 50,en Asturias, que parece que todo eso está muy lejos. Pero la mala memoria hace alejarlo más.

    Mucha suerte con tu relato, Belén. Tan real como la vida misma.

  5. ¡Qué gran micro, Belén!, aunque esa cama «de turnos» refleje una durísima realidad, tiene un encanto especial que te has preocupado de hacernos llegar.
    ¿Quieres que te diga que gracias a que concursas, uno más de tus compis verá su nombre en la cumbre? pues eso.
    Un beso grande.

  6. Genial, Belén. Si no fuera porque no puede ser, debería estar en el libro. Me encanta la imagen de mullir la almohada para el siguiente usuario, un gesto de calor humano cuando la humanidad es lo único que le queda a uno.
    Abrazos.

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