Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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83. MAÑANA DE DUELO (BELÉN SÁENZ)

Antes de la amanecida, Dolores junta los pies descalzos en la estera. Toca el hombro a Manuel por encima del cobertor una, dos veces. No protesta. La mujer se detiene en la frontera del grito y acompasa su silencio con el de la silueta yacente. En la palangana se lava brevemente las manos y largamente la cara.

Llaman recio a la puerta. Dolores hace pasar al amigo y le pone delante la botella de aguardiente y un vaso.

—Salvador, anda, ayúdame a traerlo. No quiero que se quede en la alcoba mientras trajino. Hoy cocino para la casa grande. Se juntan veinte para la partida de caza. Por la tarde le velaremos.

—No te apures, Lola, os haréis compañía mientras te acabo la siega. Después vuelvo para que puedas llegarte a avisar al párroco y encargarle la caja. No se ha de quedar solo, no.

Acomodan sobre la mesa de la cocina el cuerpo laxo como un cristo descendido de la cruz. Le colocan las manos sobre el vientre. Dolores intenta pegarle a la frente el crespo flequillo con la palma ensalivada y le arropa con la colcha de piqué.

El beso, como un soplo, aviva el rescoldo del fogón.

23 Responses

  1. Ángel Saiz Mora

    Una mujer obligada a hacer de tripas corazón y a seguir adelante, que ni siquiera tiene tiempo para velar como quisiera a quien fue su compañero. Pero el mundo en el que vive es así, recio como ella, lo que no quiere decir que carezca de sensibilidad, como queda bien reflejado en la última frase, hermosa, esclarecedora y afortunada. Un relato austero, que cuenta muchas cosas sin decirlas expresamente, con unas descripciones que dibujan, con trazos realistas, unos usos y costumbres que hoy parecen olvidados.
    Un abrazo, Belén. Suerte

    1. Hola, Ángel. A pesar de que el relato está ambientado en un mundo rural donde determinadas costumbres están desapareciendo, como bien señalas, sí creo que cada vez más se nos exige que renunciemos a nuestra vida y a nuestras necesidades para servir a otros amos cada vez más horas, cada vez con sueldos más bajos, y aunque lleven corbata y chaqueta no son menos tiranos. Besos grandes y gracias por tu visita.

  2. Jesús Garabato Rodríguez

    Desgraciadamente, esto que nos cuentas no era tan raro en pasados tiempos y circunstancias. Para los pobres, primero la obligación. En otro ámbito, me recuerda a esas madres que en días de fiesta se encargan, solas, de la comida, la limpieza, el bienestar de los suyos… Aparentemente, son felices al ver la felicidad en los demás. Me ha gustado mucho tu hermoso, triste y sensible texto, Belén. Saludos.

    1. Hola, Jesús. Tienes razón en la comparación que haces con esas abnegadas madres que todo lo dan, aunque en su caso tienen la satisfacción de entregarse a los suyos y son felices así. Y, como le comentaba a Ángel, también era mi intención reflejar una situación que se da hoy también en el mundo laboral y que parece agravarse día a día. Tenemos miedo a ponernos enfermos, a pedir permiso para cuidar a familiares enfermos, a pedir aumento de sueldo, y así poco a poco estamos volviendo a una situación de opresión injusta. Gracias por tu visita y un abrazo.

  3. Me ha recordado «Los santos inocentes», ese poner por delante al señorito que el propio dolor, por profundo que este sea. Y ni tan siquiera un segundo para lamentarse, qué hay faena!!!
    Muy bueno.

    1. Hola, Luisa. Sí es un claro referente el que comentas, y también «Lo que queda del día», me impactó mucho cuando fallece el padre del mayordomo, pero él atiende el banquete que está celebrando su señor y solo cuando todo ha terminado va junto al lecho de su padre. Besos y gracias por venir.

  4. Muy bien escrito, Belén, un lenguaje rudo como acorde con los hechos que relatas. Triste realidad la de esta mujer que en su dolor no abandona sus obligaciones. A los más humildes no les está permitido.
    Me ha encantado. Felicidades.

    1. Gracias, Asun. Tienes razón cuando dices «a los más humildes no les está permitido», y muchas veces son ellos mismos los que «no se lo permiten», tristemente. Me alegra que te haya gustado y mil gracias por tu visita.

  5. Me ha pasado como a Luisa. Me ha venido esa imagen de servilismo hacia la clase alta, hacia el amo.
    Belén, qué bien sabes mostrar una escena, una trama, una historia. Tanto que me pones de mal humor (esa lucha de clases que no debería existir: nadie es menos que nadie -ni más-).
    «El beso, como un soplo, aviva el rescoldo del fogón». ¡Madre mía! Vaya imagen creas para un cierre apoteósico.

    Un abrazoooo

    1. Jo, Amparo, espero que ya se te haya pasado el mal humor, jajaja. Gracias por tu visita y tu comentario, y te mando un beso grande para que te pongas contenta. Yo también espero que desaparezca el servilismo, pero tanto en el mundo rural como en el empresarial. Un abrazo enorme, y enhorabuena por tus ilustraciones.

  6. María

    Belén, tu tremenda y magnífica historia me recuerda aquél cuento de la literatura rusa, en donde se oye a una aristócrata criticar al ver comer a su sirvienta luego que ésta perdiera un hijo… Muchas felicidades por esta historia!

  7. María José Escudero

    Una historia dura la que nos cuentas, pero los pobres estaban educados para postergar sus emociones. Sus problemas no eran lo suficientemente importantes como para falllar al amo. Una escena impresionante y muy bien contada. Felicidades. Un beso.

    1. Gracias, Mª José. Para las gentes humildes lo primero es atender las necesidades del amo, sin pararse a lamentar sus problemas u ocuparse de sus duelos. Muchas gracias por tu visita y me alegra mucho que te haya gustado. Beso grande.

  8. Muchas gracias, Ana, por tu visita y tus comentarios. Ese rescoldo es de amor y también la obligación que se impone atender Dolores. Menos mal que tiene el apoyo de Salvador, las buenas gentes muchas veces carecen de lo material, pero siempre tienen cerca una mano amiga. Besos para ti también.

  9. MªBelén

    Es una maravilla leerte Belén.
    Cuanta paz y dolor contenido se respira en tu historia. Nos haces ver la humildad y dedicación a las faenas diarias de los que poco tienen y no pueden priorizar los sentimientos que les brotan del corazón.
    La imagen del difunto es increíblemente bella a pesar de la tristeza del momento y de lo que significa.
    La frase final, ese soplo, uffff… que delicadeza.
    Un relato que seguro entra por la puerta grande de las páginas del preciado libro.
    Mil besos preciosa mía.

    1. Cómo me alegra verte por aquí y leer tus comentarios tan cariñosos, tocaya querida y gran poeta. Ójala no tengamos que pasar nunca por situaciones tan duras como las que han vivido y viven muchas personas que se ven obligadas a dejar de lado su dolor y sus necesidades por un trabajo impuesto y, a veces, autoimpuesto. Besos y gracias infinitas, María Belén.

  10. María José Viz Blanco

    Me impresiona, de tu micro, Belén, esa contención de la mujer al descubrir a su esposo muerto. Es algo muy frecuente, en personas del campo, no mostrar sus sentimientos. El silencio lo oculta todo.
    Un abrazo.

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