Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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NOS LLEGA EL RESULTADO DESDE LA FERRERÍA DE CADES

 

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El jurado de ferrones y cuentistas que, reunidos, ha intentado encontrar un resultado justo para el 1º Concurso de Microrrelatos de la Ferrería de Cades, quiere, primeramente, agradecer a todos los participantes la ilusión y creatividad que han demostrado en este centenar de historias. Gracias a los que habéis indagado en el olvidado funcionamiento de las Ferrerías, a los que habéis querido adaptar los elementos del agua, hierro y fuego a nuestro particular y desconocido ámbito, y a todas las demás, a todos los que habéis aportado por ser originales.

Tenemos la sensación de dejar en la oscuridad, injustamente, una veintena de relatos en los que hemos coincidido y disfrutado como historias emocionantes, interesantes o imaginativas; pero nuestro compromiso era elegir tan solo a dos de ellos y nos hemos dejado llevar por las sensaciones especiales o inesperadas que nos ha dejado la lectura de alguna de ellas.
Por esta razón llevamos a una última votación a los relatos siguientes:

 

AGUA QUE MUEVE MOLINO, de Juancho Plaza

La chica del molino pasa las tardes a la orilla del río. El rumor del agua estimula sus oídos, la vuelve capaz de descifrar los sonidos del bosque. Liviana, sutil, macilenta, escucha atenta las disquisiciones de los pájaros que, entre trino y trino, debaten quienes se encargaran de proteger sus huevos de la zorra y quienes de la serpiente. Cuando la tarde se despide con una llamarada naranja de fuego, siente a la comadreja asomar el hocico, las pisadas del lobo entre la espesura, el canto del búho, los conejos corriendo a esconderse a sus madrigueras. Sin embargo no advierte las pisadas de hierro, el peligro sordo que llega del pueblo.

 

NANA DE AGUA, de Ángeles del Blanco Tejerina

Camina airosa la primavera hacia la herrería, sujetando en las caderas un cántaro de agua para su hombre. Calmó su sed pero avivó el fuego. Apagaron las llamas a ritmo de rueda, pala y agua. Salió airosa y germinada, rumbo al verano. La maquinaria estaba en marcha. El otoño perdió hojas y cintura. Rompió aguas el invierno. El primer brazo que brotó era fuerte y enérgico, mineral de hierro hecho lingote. A lo lejos un hombre tararea una nana:
Las aspas con el agua, plas, plas, plas, duérmete y verás.
Las aspas con el agua, plas, plas, plas, duérmete y…

 

SINDU, EL FERRÓN, de Javier Ximens

Todos le daban por chiflado. Fabricaba las mejores herraduras de la comarca, pero las historias que contaba solo nos las creíamos los chavales que íbamos a la ferrería a escucharlas. Con los latidos del mazo y el respirar del fuelle de fondo, fraguaba las herramientas mazando con fuerza el rojo candente del hierro llevado por el fuego. Cuando templaba en agua, entre chisporroteos y vapores, hablaba de navegantes o de Aquiles, el de los pies ligeros. Al salir de la fragua, nos imaginábamos mirmidones que corríamos a tomar el pueblo armados con sartenes, escoplos y clavos.
Cuando marchamos a la capital, Sindu tuvo que cerrar. Ahora es un museo, mas en mi cabeza aún resuenan aquellos golpes, leyendas y correrías.

 

SUICIDIOS S.A., de Lorenzo Rubio

—¿Para que quemen a lo bonzo, si es tan amable?
—¿Deudas?
—No. Mal de amores.
—Entonces tendrá que subir a la cuarta planta. Departamento de despechos. Mostrador B.

El hombre del bidón de gasolina en mano sube entonces hasta la cuarta planta esquivando a los que han optado por despeñarse por las escaleras.

—¿Para arder como una falla valenciana, por favor? —insiste en el mostrador B de la cuarta planta.
—¿Le dejaron por otro?
—No. Matrimonio infeliz con hijos.
—Lo siento. Aquí solo usamos fuego para abandonados por terceras personas. A los suicidas con crisis existenciales les facilitamos la grúa de hierro para colgarse en la azotea. Nuestras vistas al agua cristalina del mar hacen más llevadera la agonía.

 

EL TIEMPO CALCINADO, de Miguel Ángel Cejudo

El agua bendita mató a la fiera, pero no evitó el siniestro. Un fuego atroz había arrasado la casa; su techo hundido, las negras paredes y las vigas de hierro retorcidas, le daban apariencia de un esqueleto maligno y oscuro que echaba humo.
Entre los escombros no hallaron rastro de Bartolomé, el dueño de la casa, pero sí de su difunto padre, vivo y desconcertado, con insólito aspecto jovial…
Antes de que le atendieran recogió un reloj fulminado por las llamas. Dijo que su mujer se lo había regalado ayer al anunciarle que sería padre, y preguntó por ella. En cambio no se interesó por Bartolomé. “¿Bartolomé? Es el nombre que pondremos al niño, pero aún no ha nacido” dijo.

 

y el resultado de nuestros votos ha señalado como relatos ganadores
SUICIDIOS S.A., de Lorenzo Rubio
y
NANA DE AGUA, de Ángeles del Blanco Tejerina
Ferrería de Cades, a 12 de Marzo de 2017

 

Gracias a Rebeca, a Mariana y a Carmen por regalarnos y acompañarnos una visita tan especial. 

 

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