08. El guardián (Susana Revuelta)
Fue un instante, un segundo, ni tiempo para un pestañeo hubo. ¿Pudo ser el cansancio acumulado del día? ¿La fatiga de aquellos cuatro años con Sara? A saber, porque menuda lata dio la niña desde que nació de seis meses, tan chiquitina que en varias ocasiones los médicos pensaron que no sobreviviría.
Esa tarde, en la feria, estuvo vigilando que no saltase fuera del hinchable, que se estuviera sentada en el tiovivo, que no se tirase de cabeza por el tobogán, que masticara despacio los churros… y ella venga a dar chillidos. Después, mientras esperaban a subirse al tren de la bruja, un repentino soplo de viento se llevó el globo de la niña, que echó a correr tras él cuando pasaba el primer vagón. Pero gracias a su habilidad, de un tirón consiguió arrastrarla fuera del raíl, lo justo para que solo tuvieran que amputarle un pie.
La cosa es que, desde ese día, la familia le tiene en gran consideración, «¡ay, su ángel de la guarda, cuántas veces la ha protegido!», comenta la abuela en el parque mientras la niña juega quietecita en la arena, y así sus remordimientos se van entibiando mientras sestea plácidamente al sol.
Pues no tienes peligro tú ni na… Nos vas envolviendo, envolviendo, y al final sueltas el premio gordo. ¡Angelito!
Está claro que no hay mal que por bien no venga. Ahora vive mucho más tranquilo y despreocupado ese guardián. Además, quedó como un héroe. Sin embargo, al margen de la versión aceptada por todos, queda alguna sospecha de duda, sí: Fue hábil al rescatarla, sí, pero quizá podría haberlo sido un poco más y que la niña hubiese quedado entera. Ahí queda ese interrogante y una sombra de sospecha.
Un abrazo y suerte, Susana
😇esa sombra de sospecha, tan sospechosa😂😂
Un abrazoo Edita y Ángel.
Susana, en nuestras ferias hay ángeles y demonios y muchas veces no sabemos donde están los límites.
Un beso.
Agotamiento, eso es lo que tenía su ángel de la guarda. Por eso tiró «lo justo». Ni un ápice de maldad. Nadie le va a reclamar tras cuatro años de intenso y estresante trabajo, ¿verdad? Un texto genial, Susana. Suerte y abrazos.