10. Pórfida, la inalterable
Todo en Pórfida está pensado para permanecer, desde los profundos cimientos que la sustentan hasta las columnas de basas macizas, los arquitrabes y los frontones de sus casas, construidas con los mármoles, calizas y granitos más densos y resistentes. Sus habitantes se mueven de forma cadenciosa, como si en cualquier momento un escultor fuera a cincelarlos en mármol. Suelen permanecer en silencio, cuando tienen necesidad de comunicarse lo hacen de forma breve, en sentencias que bien pudieran grabarse en letras de oro sobre lápidas de basalto. Solo al morir, enterrados bajo estelas funerarias que recuerdan sus nombres y enumeran sus actos, por nimios que fueran, abandonan su batalla contra la desmemoria. Es por esto que entre los muros de los cementerios de Pórfida hay un resonar de cancioncillas de moda, un ir y venir de cotilleos intrascendentes, un murmullo de risas provocadas por chistes y chascarrillos. Libres del decoro que constriñó sus vidas, los difuntos disfrutan así de la banalidad que les concede la muerte.
Has creado un mundo propio y muy literario. Un lugar hecho para perdurar, algo que se contagia a sus habitantes, que no pueden por menos que obrar de la forma más recta posible y no decir una frase que no sea trascendente, así logran que su recuerdo sea permanente y sin fisuras, como el pueblo. Por si todo ello fuera poco original, descubres dos aspectos que no lo son menos: Ese vivir austero y profundo tiene como recompensa la verdadera eternidad, dar rienda suelta a cotilleos, chascarrillos y otras muchas cosas puede ser el auténtico paraíso. Han dejado un buen nombre en vida y se lo pasan de muerte después de ella, qué más se puede pedir.
Un relato redondo y muy bien escrito.
Un abrazo y suerte, Elisa
Muchísimas gracias, Ángel, publicar un relato aquí es genial porque siempre hay premio, el de recibir tu generoso comentario.
Un abrazo.
Inevitable apreciar la prosa de Juan Rulfo entre tus líneas lo que es equivalente a hablar de Excelencia, con mayúscula, literaria. Una delicia leerte.
Un beso y suerte.
Hola Elisa, no sé si es deformación profesional, pero lo que mas he visto en tu relato es un homenaje a las rocas, vamos, geología en estado puro. Creo que pretendías crear un ambiente frío, pétreo y, sin embargo, natural por el comportamiento humano de sus vecinos.
Pórfida, me ha traido a leerte y como a mi me gustan las «piedras» todo ha sido bueno desde el principio en tu relato.
De los minerales y las rocas, también se obtiene energía, y no me refiero a la que genera luz.
Un abrazo y feliz noche.
Muchas gracias, Mercedes, no sabía yo de tu profesión. Siendo amante de las rocas tiene más mérito que te haya gustado el micro. Un abrazo.
Rafa, mi arma, eso de Rulfo son palabras mayores. Pareces andaluz!
Un beso hiperbólico y agradecido, de todas formas.
Conque exagerado ¿eh?
Enhorabuena, Elisa.
¡Gracias, Rafa!
Perdón que he puesto el comentario donde no debía.
Joooo, pero qué relatazo tan maravilloso. Gracias por compartirtlo, Elisa.
Gracias, Belén, tu comentario es un regalo de Navidad estupendo. Un abrazo.
Ostras, maestra, qué precioso relato has escrito! con un realismo mágico bellísimo y un final liberador. Mis aplausos. Abrazos.
Muchas gracias, Claudia, me alegro mucho de que te guste.