1º CONCURSO «LA CUESTUCA»
Con motivo del 9 º ENTCuentro que celebraremos el próximo 7 de marzo en la villa de Comillas queremos invitaros a participar en este concurso que le hemos propuesto a LA CUESTUCA, el restaurante donde comeremos y cenaremos el día 7 de marzo, con el objetivo de que desde sus mesas ya nos lleguen algunos efluvios de … inspiración.
Asistentes y no asistentes al ENTCuentro, estáis todos invitados a este
1º Concurso de Microrrelato LA CUESTUCA
Sus bases son las siguientes.
1 – Pueden participar usuarios de la web estanochetecuento.com y amigos y conocidos de la página.
2 – Podrán presentarse un máximo de 2 relatos por autor.
3 – El relato, que se publicará únicamente como comentario en esta entrada del blog www.estanochetecuento.com, y tendrá un máximo de 100 palabras sin incluir el título.
4 – El relato será de temática libre, pero será obligatoria la aparición en algún momento del relato de un puerto pesquero.
5 – El plazo para su presentación será desde la publicación de este post y durará todo el mes de febrero de 2020.
6 – El jurado estará formado por los representantes del restaurante. En el caso de que alguno de los ganadores no se haya identificado debidamente será inmediatamente eliminado y el premio pasará al siguiente.
7 – Este concurso se fallara publicamente durante la cena del próximo 7 de marzo en el restaurante La Cuestuca.
8 – El premio para el relato ganador es una cesta de productos locales y la inclusión del relato en el recopilatorio Esta Noche Te Cuento de 2020.
1. DESBORDAMIENTOS
Como ha escampado, le propongo ir hasta el puerto pesquero. Mientras caminamos por el paseo marítimo hoy no me habla de su Valeriana, ni de sus ojos de aguamarina. Tampoco me cuenta que su nieto los ha heredado. Le saco a relucir el remendado de las redes, otro de sus temas favoritos. Pero no dice nada, lo mismo que al recordarle el nombre de su barco. Vuelve a llover. Nos refugiamos en una cafetería. La cristalera junto a la que nos tomamos una manzanilla me devuelve mis ojos de aguamarina a punto de inundarse, y los suyos, secos, pero desbordados.
50. MARINEROS
Los marineros acostumbraban a encontrarse a eso de las cinco de la madrugada en el bar El Pirata en el puerto de Muxía.
Allí, mientras esperaban la llegada del patrón, entre orujo y orujo, contaban sus batallas en el mar.
Braulio era el que más historias tenía que narrar.
El mar era su amigo desde los doce años.
Había mamado salitre y los peces, ballenas y delfines eran sus compañeros en aquellos bellos amaneceres, pero también cuando el mar, «la mar» se enfurecía y amagaba con cobrarse su tributo.
Entonces bramaba como sólo él sabía hacer y entre juramentos se encomendaba a su señora «la Virgen del Carmen» para que les permitiera llegar a buen puerto.
2. HOMBRE AL AGUA
Parecía una anchoa más sobre la cubierta. Lejos de mostrar síntomas paralizantes de hipotermia, todavía se revolvía como ellas cuando atracaron en el puerto.
Embarcar a aquel muchacho fue un error. Su padre, empeñado en que fuese pescador por tradición familiar, casi perdió un hijo. No volvió a molestarle. Desde entonces, de la pluma del chico surgen historias portentosas de calamares gigantes, barcos fantasmas y tempestades. Quizá su corazón, algún día, reúna ánimo para escribir sin llorar sobre aquel ángel con cuerpo de escamas, de cuyos brazos le arrancaron al ser rescatado en contra de su voluntad.
3. UN DÍA DE SUERTE
Es noche cerrada, el mar está picado, la pinaza sube y baja, llueve y estoy agotado, pero sigo remando a las órdenes del timonel, contento, pero empapado de agua y de sangre de la ballena franca que arrastramos.
Nos tuvimos que escorar al cetáceo y usar las sangraderas. Una lucha sin cuartel, la estacha del primer arponazo arrancó parte del cabestrante.
Veo un farol en la atalaya del espigón del puertecillo de Comillas y nos dirigimos a la playa.
Varamos la ballena.
En casa, beso a mi familia y sonrío, ha sido una buena jornada y para cenar sorropotún.
4. CERTIFICADO DE DEFUNCIÓN
El barco que hace la travesía de San Vicente de la Barquera a Comillas, entró en el puerto.
Un coche de rua espera al médico, un hombre que lleva un maletín.
Sube detrás y arranca hacia el cementerio.
Al bajar, levanta la mirada y se siente observado por el ángel exterminador.
Entra en la sala de autopsia, está en la mesa de mármol, vestido con la ropa de los domingos y su boina calada.
La mujer llora abrazada a un vecino, recuerda al ángel y coge el borde ribeteado de la boina.
A su espalda, un cuerpo cae al suelo.
5. CONCHAESUMAE
Los niños abandonados son hijos de marinos aburridos cuyo semen cae por la borda en altamar. Los espermatozoides sortean todo peligro y llegan a tierra arrastrándose bajo una concha, esperan a que una mariscadora tenga un descuido para trepar hasta su ingle y germinar al calor del vientre. Conchaesumae era huérfano y su madre tomaba baños nocturnos sobre la arena. En realidad era prostituta y cualquier marino podría ser padre del chico, por eso lo criaron hasta convertirlo en navegante. Un día se echó a la mar, pero antes hizo abuelos a todos los parroquianos del puerto.
6. SACRIFICIO CARNAL
Todavía se les hiela la sangre cuando recuerdan el último temporal. La mar se lo tragaba todo. Un milagro que volvieran sus hombres. Por eso han quedado en el bar del puerto. Porque hay aviso de tormenta. Los otros pesqueros quedarán amarrados. El Maruxiña no. Su dueño siempre les obliga a faenar. “Maldito cerdo”, dice la mujer del patrón. Las otras callan y alargan el café. Aunque saben que es la hora de cumplir con el pacto. Él les ha prometido que la tripulación no saldrá mañana. A cambio, las espera en la lonja para elegir a una de ellas.
7. PENITENCIA
Mi abuelo estaba arreglando nasas la tarde que el Mariuca atracó arrastrando una extraña criatura. No era pez luna, ni calamar gigante, ni una sirena como dijeron algunos. Era enorme. Inmenso. Eso había animado a la tripulación a llevarlo a tierra como un trofeo. Pero los marineros, orgullosos de su hazaña, no tardaron en arrepentirse. Al sacarlo del agua, el ser chilló con tal agonía que todos huyeron llorando a encerrarse en sus casas llenos de congoja. Tres años y cinco meses tardó en desaparecer totalmente el cadáver del puerto. El mismo tiempo que en volver la alegría al pueblo.
8. Memorias de la Tierruca
El espectáculo increíble de las estrellas de mar convirtiendo en cielo aquella playa sureña tras el temporal desenterró el recuerdo. La murria me inundó. Fue una mañana en la lonja del puerto. Todo era olor a mar y brillo de escamas. Tú asistías a la subasta con los ojos muy abiertos. Yo solo podía mirarte a ti. Me pareció lo más natural recoger aquella estrellita huérfana de entre los centollos y enredarla en las olas de tu pelo negro como la noche. Inmunes a la lógica y la armonía de mi gesto, retumbaron tu grito de asco y el bofetón.
9. ACOGIDA
El Buenaventura llegó a cargado al puerto, aunque las cajas de pescado permanecían casi vacías. Yo me enteré después; hacía tres años que no iba a esperar la llegada del barco. Enseguida me dirigí al lugar de acogida por si podía ayudar, llevar ropa o un caldo caliente. Allí me encontré con el sufrimiento y la desesperanza. Entre todos ellos, un niño se acunaba solo en un rincón. Su mirada me revolvió algo por dentro. Esos ojos… Quizás el mar quería devolverme lo que me había arrebatado.
Tenía muchas tareas por delante, por ejemplo, arreglar la habitación pequeña.
10. RESCATES
Ebrio, había caído por la borda. Ninguno de sus acompañantes estirados quiso arriesgarse. Unos marineros lo libraron de un fin prematuro. Despertó en una red, rodeado de otros desechos.
Algunos aseguran que desde que volvió a nacer ha perdido el norte, pero su cambio de rumbo es definitivo. Donó todos los bienes a la cofradía. De su existencia anterior solo conserva la embarcación. Es un espectáculo ver ese juguete de millonarios entrar al humilde puerto pesquero.
A menudo trae plásticos, que luego recicla, con eso se mantiene; otras, recoge personas perdidas que, como él, merecen comenzar de nuevo.
11. EL HOMBRE DE LA CASA
Cada madrugada siente a su padre salir de casa para ir a trabajar. Hacia el puerto pesquero, centro vibrante de buenas noticias y receptor de excelente pesca.
Desde el último naufragio le late su menudo corazón como a un pez recién echado a la tablazón del barco, boqueando desesperado por recuperar su vida; temiendo que al suyo le ocurra lo mismo que a los padres de sus compañeros de aula. Tantos pupitres vacíos indican que hay un nuevo hombre en casa.
12. OCTOPODA
Después de tres días faenando a varias millas de la costa, las redes parecían llenas. Los hombres ya iban a celebrar su buena fortuna cuando un gigantesco pulpo amenazó con hundir la barca. Los pescadores, a pesar de la nube negra y opaca que los envolvía, pensaron en obtener una ganancia sustanciosa, pero Jonás, el capitán, había soñado que un monstruo marino lo engullía.
Lanzaron el animal al mar y regresaron a puerto con pesca menor: nécoras, centollos y percebes. Descartaron, por esta vez, a los sospechosos pulpos.
13. EL REGRESO
Soy marinero mercante, una mujer en cada puerto he abrazado. El ancla en mi pecho tatuada jamás fondeará en puerto alguno. En este, años atrás, retocé con Elvira, una voluptuosa moza. Mi promesa de amor eterno ondeó en su mente durante años.
Tras la comida, mis tripas se retuercen de dolor. Al fondo vislumbro una urna funeraria, y al lado la joven dueña del restaurante, con el rostro de Elvira y mis ojos. Soy consciente, entonces, de que mi navío de vida ha encallado en un arrecife llamado venganza. Una vía de agua moja ya mis pantalones; empiezo a rezar.
14. EL HIJO DEL PESCADOR
Quizás fue el salitre, la brisa o el olor del pescado. Puede que fueran las redes, el vaivén del agua o el sonido de las barcas contra el muelle. No sé. Pero estoy seguro de que ayer en el puerto pesquero te vi volver, regresar de repente a la faena, ocupar tu cuerpo deshabitado.
Te brillaron los ojos, como si una luz —en algún lugar detrás de ellos— se encendiese otra vez. Juro que me abrazaste como si me conocieras y, entonces, antes de perderte en la marea, me aferré como un niño a tu súbito instante de lucidez.
15. MARINA
Marina tiene un novio en cada barco. Cuando llegan a puerto, los marinos se marean con el vaivén de sus caderas, se enredan en la estela de sus pasos y sucumben al hechizo de su voz. Se tatúan su imagen para poseerla. Ella ama a los que elige con tanta pasión como premura a la hora de reemplazarlos. Después, cruzan las aguas para regresar a su vida tierra adentro. Pronto enfermarán de nostalgia. Entonces, cuando nadie los vea, acercarán una caracola a su oído para escuchar la llamada de la mar. El canto de la sirena.
16. REZOS
Cada vez que nuestro padre marchaba camino del puerto pesquero, presto a hacerse a la mar, mamá se quedaba rezando en su retablillo doméstico con todas las velas encendidas. Mi hermano y yo no entendíamos como llevándose tan mal como se llevaban y después de decirse las cosas que se decían, ella mostrara tanta preocupación cada vez que él se embarcaba. Sin embargo, cuando aquella tormenta nos dejó la certeza de que papá ya no volvería, la escuchamos, más contenta que nunca, dar las gracias por haber sido atendida, a todos los santos de su devoción.
17. SECRETOS DE FAMILIA
Cuando aquel joven marinero la abandonó, madre prohibió el pescado en casa.
Pero yo, a escondidas, voy todos los días al puerto.
Y es que no quiero olvidar su olor.
18. DEL NATURAL
Sus recuerdos se plasman de forma obsesiva en ‘Puerto pesquero con bandada de gaviotas y grúas al atardecer’.
Desde que salió de aquel pueblo costero rumbo a la capital, pretendiendo olvidarlo todo y buscando una fortuna que se giró del lado adverso, los graznidos de las gaviotas picotean su memoria. Empapada de olor a salitre, nasas oxidadas y reflejos de barcos emparejados a sus norais, esperando turno y buena pesca.
Cuando llega la hora de la medicación, deja descansar los pinceles, cierra los ojos y dormita al vaivén de las olas.
19. AJUSTE DE CUENTAS
El sonido del disparo atravesó el puerto y fue a rebotar contra la cristalera del único restaurante que ya estaba abierto. Antonio salió limpiándose la tinta del calamar en el delantal. Era todavía noche cerrada, pero casi todos los barcos ya se habían hecho a la mar. No se veía un alma. El cocinero miró hacia el amarre 23 convencido de que lo que hubiese ocurrido había pasado allí.
Quizá lo habría averiguado y a lo mejor esta vez, lo habría denunciado, si una segunda bala no hubiese atravesado la madrugada y su corazón obligándole a callar para siempre.
20. EL ALMA ROTA
Recuerda su niñez, acodada en el noray del puerto pesquero de La Coruña, mientras observa como atracan los barcos que vienen en busca de refugio.
Fuera se avecina una gran tormenta, y el patrón del “Abrigadiña” teme revivir su pasado.
Con el alma rota maldice el empeño del empresario de sacar el máximo rendimiento al mar, sin pensar que siempre se cobra su precio.
En su última salida, “la mar” le arrebató lo que más quería: a sus hijos. Por eso, cuando su jefe le pide explicaciones, contesta:
“Vete tú, ¿o también quieres mi vida a cambio de unos euros?
21. LA TABERNA DE ANDONI
En directo, la presentadora del magacín televisivo pregunta por el nombre de la famosa taberna del turístico puerto pesquero. Sorprendentemente, su dueña comienza a cantar:
Un accidente en el puerto antes de salir a faenar.
Un amigo que se marcha y uno que no puede embarcar.
Cincuenta pintxos distintos ni uno menos, ni uno más,
uno por cada boda que no se pudo celebrar.
La galerna las dejó viudas antes de casar.
Andoni se llamaba el amigo que nunca volvió del mar.
Mi abuelo casó con su novia, que estaba embarazá.
Cincuenta Pintxos distintos, ni uno menos, ni uno más…
22. DESBORDADO
Tiene ganas de mear, pero se aguanta. Echa un vistazo a su hermano pequeño que, acuclillado, juega con su canica. “¡Vas a perderte el desembarco!”, le abronca, mientras tira de su zamarra obligándole a levantarse. “¡Suelta, tonto!”, protesta el pequeño. “¡Mi canicaaaa!”, se revuelve, da un codazo al hermano mayor y echa a correr en busca de su tesoro redondo. Oscurece. Arriba el Esmeralda al puerto pesquero. Bajan el padre de los Castro, el borrachuzo Ezequiel y Jacinto Fariñas. Caminan vencidos, rotos. Murmuran una letanía antigua: “Chaval, tu padre…”. Él permanece erguido. Luego, buscando a su alrededor, se desgañita: “¡Pedritooooo!”
23. La erótica del poder
El presidente terminó el discurso. Desde su bancada, los exaltados aplausos tapaban los tímidos pitos que intentaban hacerse oír desde los escaños de la oposición. Solo fue un instante, pero aquel batir de palmas le recordó el aleteo de las gaviotas, los agudos silbidos sus risas burlonas, al arrebatarles parte de la pesca cuando llegaban a puerto. No hacía tanto, pero no reconoció al muchacho de barba rizada que vigilaba los arrastres, que corría por cubierta a la orden del patrón, que buscaba en el muelle los ojos negros de la primera dama, irreconocible también, desde la tribuna de oradores.
24. Patatas en salsa color esperanza
Desde hace semanas, Gloriuca siente un dolor en el pecho. Es suave, pero machacón y la obliga a llevarse las manos hacia donde supone que late su corazón agrietado. Aunque vive sola, sigue poniendo la mesa para dos. Ya va para diez años que, perseguido por una nube de gaviotas reidoras, Jandro partió del viejo puerto pesquero y no regresó. Sin embargo, aún lo espera.
Hoy, también, el día ha despuntado gris en la villa, y mientras unas patatas en salsa verde se agitan en la cazuela de barro, cavila previsora: “Por si le da por volver…y no estoy”.
25. Cementerios
Hay mar en los ojos de Cristina. Un mar que huele a silencios y a sargazos. Un mar de peces grises y alargados que rehúsan el anzuelo fatal de la apatía. Hay mar, y un puerto en el que atracan las alondras con su olor de tierra adentro. Hay mar en el plumaje pardo de las aves y en el lustre castaño que rinde su iris de esperanzas. Más allá de la muerte se quiebra el horizonte. Más allá es donde las olas agitan las pupilas agrandadas de la niña, donde el ángel del abismo fondea sus cenizas.
26. DIMINUTO
El náufrago es un pequeño punto en la inmensidad del océano.
Agotado, sigue nadando, hasta que divisa tierra firme y las luces de un puerto pesquero.
Y, por primera vez en mucho tiempo, sonríe al percibir un intenso olor a peces y especias variadas.
Pero, de pronto, una ola gigantesca le golpea con violencia y lo arrastra hacia el fondo.
Y, al borde de la muerte, suplica a los dioses que le permitan vivir.
Pero ellos, ajenos a sus ruegos, dejan que se ahogue dentro del plato de sopa de pescado.
27. UNA VIDA AZUL
Pose donde se pose la mirada, mi memoria me trae un recuerdo sin retraso. Allí, junto aquella tapia, yo remendaba redes la primera vez que nos miramos. Días después, entre unas barcas como aquellas, nos escondimos. Cuando llegó el invierno, yo ya esperaba en el puerto el regreso de los barcos; y la noche en que el mar te reclamó, solo me mantuvo a flote tu hijo nadando en mis entrañas.
Hoy me despido en silencio del mozo que tiene tus ojos, voy a subir a ese bote y dejaré que la marea me lleve a tu lado.
28. FURTIVA
En la zona del puerto pesquero más alejada se congregaban cada noche los marineros cuando volvían de faenar. Esperaban ver a la sirena que, de vez en cuando, vaciaba alguna de las nasas. La piel mojada de sus pechos desnudos brillaba bajo la luz de la luna y se quedaban embelesados. No importaban las pérdidas. Se las repartían por contemplarla. Ninguno se acercaba para no asustarla. Ella, que sabía que la miraban, jugueteaba más rato del que necesitaba entre los aparejos, con un faldón de escamas amarrado a la cintura.
29. LA LEYENDA DE LA BALLENA
Cuentan que una ballena vive sola cerca del puerto pesquero de Comillas. Dicen que la cuidan los pescadores en altamar, como antes hicieron con sus antepasadas desde que no las capturan. También cuentan que ella, agradecida, a veces les ayuda creando corrientes con sus aletas, para que los peces caigan en sus redes con facilidad. «Es solo una leyenda», aseguran para alejar a los curiosos. Pero allí todos saben que, cuando se acerca un temporal, ella mueve el agua con brío y se llenan rápidamente los aparejos, para que puedan librarse esos días de salir a faenar.
30. EL MAR
Los habitantes de Tierra Adentro nunca hemos visto el mar. Pero confiamos en que el cambio climático no tardará en traérnoslo. Estamos tan entusiasmados con la idea que, poniendo cada uno su granito de arena, hemos creado una playa. Los niños han improvisado un pequeño puerto pesquero en el que esperan decenas de barcos de papel. Los jóvenes se han surtido de bañadores y tablas de surf para vivirlo con intensidad. Pero hay alguien que ansía su llegada más que nadie: el viejo Damián, anhela seguir vivo para cuando llegue y así cumplir su sueño de morir en él.
31. ORIGAMI
Los días nublados su silueta se recorta sobre el malecón salpicado de grises. Hay quien asegura que es una ilusión óptica, un espectro que vaga por el puerto esperando una embarcación que nunca llega. Otros dicen que es real, que escudriña los barcos con ojos curiosos. Lo cierto es que nadie ha conseguido tocarla ni hablar con ella. En cuanto se acercan se contorsiona y se pliega sobre sí misma, hasta convertirse en una de esas figuritas de papel con forma de gaviota que venden los artistas callejeros por unos céntimos y que el viento zarandea a su antojo.
32. Amor de verano
Se conocieron en la playa el primer domingo de agosto. Ella esquivaba las olas y él buscaba un nombre para su barca. Enamorados, bailaron en la verbena y se exhibieron de la mano por el espigón del viejo puerto pesquero. Luego, arrastrados por el viento de la noche, vieron amanecer junto al Ángel del cementerio. Y mientras volvían a casa, festivos y bulliciosos, se acercó un frente nublado cargado de lluvia y murmuraciones. Después, ella regresó a Madrid y él, al barrio de pescadores. Al principio se escribieron. Pero, poco a poco, entre los dos, creció el silencio.
33. LA MULA
Aunque acudió al puerto pesquero mucho antes de la hora que le habían soplado, la barca roja y verde, señalizando la batea correcta, ya estaba allí. Tanteó bajo las aguas oscuras hasta encontrar el paquete envuelto en plástico. Después lo entregó en el punto acordado. Para cuando su hijo volvió a casa, nervioso y con las manos vacías, ella llevaba largo rato esperando, sentada a la mesa de la cocina. Le alargó el fajo de billetes: «Que sea la última vez. Con uno en la cárcel tengo suficiente».
34. LA ESPERA
La tempestad arrecia. Como latigazos de sal, las enormes olas golpean sobre el puerto. Los bolardos ansían abrazar los cabos de amarre de los barcos pesqueros.
Bajo la lluvia, empapadas de esperanza, sus familias ven por fin arribar las embarcaciones.
Alejada de la multitud, temblando, una mujer, con los ojos color sangre y con el maquillaje permanente de tristeza, espera; la Isabela aún no ha llegado.
De repente, a lo lejos divisa su proa, y un retortijón de decepción recorre su cuerpo. No sabe cuántas tormentas más podrá esperar a su amor para, ya juntos, cruzar hacia la eternidad.
35.CAPTURAS
Hay días que las calles del pueblo son invadidas por el viento del norte que llega con fuerza desde el Cantábrico. Entonces los curiosos se arremolinan en el rompeolas del puerto para contemplar el espectáculo de los balleneros que regresan con sus capturas amarradas al costado.
Cuando termina el despiece, los hombres de tierra vuelven a sus casas con las mujeres siguiéndolos a regañadientes. Pero, por mucho que las llamen, siempre hay alguna que deja su corazón desangrándose sobre la arena de la playa, arponeada de amor por un marinero que nunca le pertenecerá.
Qué bonito!!!
36. Temporal
Tempranito llegaba al puerto pesquero a otear el horizonte.
Después, se unía a las mujeres valientes, salpicadas de costa, para entre todas,
tal vez, clarear el olvido.
37. SENSACIÓN DE VIVIR
Todo aquel que lo probaba decía que era alucinante sentarse en un noray a ver las olas rompiendo contra el espigón, oír graznar a las gaviotas, sentir sobre la piel la espuma salada del mar y embriagarse con el olor a salitre. Desde que los océanos habían muerto envenenados, la experiencia del puerto pesquero era una de las más demandadas.
El bramido de una sirena muy parecida a la de un buque, ¡brruuum, brruuum!, avisaba a los usuarios para que se fueran quitando las gafas 3D y se levantaran, que los sesenta minutos de realidad virtual habían terminado.
38. PADRE
Cuando nací, el médico le dijo a mi madre que había tenido un pez. Yo boqueaba histérico, buscando el vital oxígeno en aquel medio hostil, hasta que la enfermera me metió en una pecera, salvándome la vida. Mamá no pareció extrañada por el fenómeno. Se limitó a pegar su nariz al cristal y esperar.
Durante las semanas que aún faltaban, seguí flotando, ahora entre algodones. Hasta que llegó el temporal, los barcos se refugiaron en el puerto pesquero y mamá me puso en brazos de un marinero escurridizo.
Su olor era penetrante, familiar… y esbocé mi primera sonrisa.
Me encanta tu propuesta Anna!
39. Saliendo a flote
Llegué a San Sebastián al caer la tarde. Tras ducharme fui paseando hasta el puerto, donde varios pesqueros apuraban su faena. Aún permanecían en el agua algunos niños buceadores dispuestos a sumergirse a la pesca de monedas. No pude resistirme y lancé un euro. Tras un rato que pareció eterno, lo sacó entre sus blancos dientes un negrito al que nadie había visto antes. Entré en un bar a tomar algo. En la tele anunciaban el reciente rescate en el mar de Alborán de una lancha con veinte subsaharianos. No encontraron a un niño caído por la borda.
40. COMA
Mientras estuvo el abuelo ingresado, me levantaba antes de que las enfermeras del primer turno me vieran recogiendo los restos del temporal: cangrejos y peces muertos, troncos hinchados, plásticos, la mar encrespada y hasta barcos naufragados. Lo metía como podía en bolsas que dejaba en contenedores antes de ir a trabajar y por las noches, cuando terminaba, volvía al hospital.
Una mañana me despertó el bullicio de unos delfines que saltaban sobre las olas.
Los rayos del sol calentaban mi cara.
Entonces retiré unas algas de su almohada, le besé en la frente y cerré sus ojos con suavidad.
41. IRA DIVINA
La luna traidora tapó sus vergüenzas entre las nubes, pero un pescador hábil sólo necesita la brasa de un cigarrillo para atracar sigilosamente la planeadora en el puerto. Mientras esperaba la descarga de la droga, un gorgoteo se impuso al crujido de los amarres y el entrechocar de las olas. Entre burbujas y espuma, las aguas negras cedieron paso a un brazo gigantesco y chorreante, que ensartó la lancha en un tridente dorado como una sardina y la sumergió hasta los ojos enfurecidos de nuestro padre Neptuno. Los marineros siempre cuentan que el mar castiga a quienes le deshonran.
42. Detective privado
Me habían dado un soplo, podría encontrar a Tonino Fiore en un garito cerca del puerto pesquero. La camarera me advirtió que hacer preguntas podía ser perjudicial para mi salud; debí escucharla. Entre brumas de humo vi que algunos clientes siniestros levantaban la cabeza y agradecí la presencia reconfortante del revólver bajo mi abrigo. Cuando salía me esperaban dos artistas de los bajos fondos que dejaron mi cara hecha un cuadro. La camarera me recogió al cerrar, no recuerdo como llegué a su casa. – Tranquilo, conozco un método para hacer desaparecer el dolor, me dijo. Y lo hizo desaparecer.
43. Angustias
Aún vive temerosa los días de tormenta. Cuando era joven bajaba a la playa, con los ojos llorosos y el estómago en un puño, a rezar por su esposo. Y con el niño mamando del pecho, contemplaba el mar embravecido hasta que la barca aparecía en el horizonte.
La virgen solo la falló aquella noche maldita de enero.
Veinte años después en el pueblo ya nadie sale a faenar. Y sin embargo sigue acongojada. Ahora, cada fin de semana se arrodilla y ora por su hijo. Él no sale en barca a pescar sino en el coche de copas.
44. Afantasía
Ya nunca echa sal a las redes ni arroja al agua el primer pez que coge. Desea que su buena suerte termine de una vez. Toda la vida en el mar y jamás se ha encontrado con una de esas criaturas monstruosas que se enganchan en las nasas de otros compañeros. Nunca vio esos fantasmas que se acomodan en la proa del barco para hablar con los navegantes, ni escuchó el canto de las sirenas en las noches de calma. Él es el único marinero de todo el puerto al que las turistas ignoran cuando llega la época estival.
45. 11 de Julio de 1842, EL PROGRESO (Jesús Alfonso Redondo Lavín)
Los últimos barqueros, rabiosos, arengaban a su pasaje, por encima del croar de los toletes, sobre la inseguridad de aquellos monstruos de carbón y humo.
─Ya lo decía yo, gritaba uno, el vapor Montañés tiene mucha panza y algún día se quedarían varadas sus ruedas en la balsa de la bahía. Al final, ya veis, encallaron y tuvieron que bajar a los botes y claro, zozobraron y aquellas tres mujerucas se ahogaron abrazadas a sus cuévanos, al parecer más valiosos que sus vidas. Y finalmente ahí quedaron los cuerpos, abarloados en la orilla como los barcos en el puerto pesquero.
46. INFLUJO
Ese hombre, que apareció flotando desnudo en el puerto pesquero de Comillas, nos cambió la vida. Olía a mar, a profundidades y a lejanía. Por las adherencias que presentaba su piel, dedujimos que era extranjero. Quisimos quedárnoslo cuando nadie lo echó de menos ni lo reclamó. Contemplar aquel cuerpo tan bello y viril, nos acrecentó la libido y nos volvió apasionados. Por eso nos dolió tanto tener que devolverlo al agua.
Desde entonces, cuando el rumor de las olas se acurruca bajo de la cama y la pasión del viento nos hace estremecer, sabemos que el ahogado anda cerca.
47. AMOR DE PESCADOR
El viejo Tomás llevaba media vida hablando de su sirena. La describía con una preciosa cola verde y, sobre su pelo, una estrella de mar con unos puntitos en un extremo. Si volvía a casa sin peces decía, embobado, que con su amada se olvidaba de todo. Cuando venía cargado, sin haberla visto, estaba triste. Desquiciado por amor, tomado por loco, hace días que nadie sabe de él. Hoy, de regreso al puerto pesquero, el barco de arrastre traía el cuerpo de Tomás. Tenía una sonrisa de felicidad y, en el bolsillo de su camisa, una estrella con puntitos azules.
47.A LA DERIVA
Desde los primeros indicios ya no ha salido a la mar, como había hecho toda su vida. Vigilan su actividad. Están pendientes de sus movimientos. No le quitan ojo. Esta mañana al despertar su mujer le ha buscado por toda la casa sin resultado. Con la zozobra en su garganta, ha avisado a SUS hijas. Al llegar al puerto, el pesquero no estaba amarrado. El radar del Cantábrico detecta un punto, una embarcación que va a la deriva, al igual que la memoria de su capitán.
48. AMOR DE PESCADOR
El viejo Tomás llevaba media vida hablando de su sirena. La describía con una preciosa cola verde y, sobre su pelo, una estrella de mar con unos puntitos en un extremo. Si volvía a casa sin peces decía, embobado, que con su amada se olvidaba de todo. Cuando venía cargado, sin haberla visto, estaba triste. Desquiciado por amor, tomado por loco, hace días que nadie sabe de él. Hoy, de regreso al puerto pesquero, el barco de arrastre traía el cuerpo de Tomás. Tenía una sonrisa de felicidad y, en el bolsillo de su camisa, una estrella con puntitos azules.
49. NAUFRAGIOS INTERNOS
La mar está hoy en calma, pero en su almohada ruge con fuerza la marejada. Por eso baja a oscuras hasta el muelle y acomodado en la lancha, fuma en silencio hasta que, al amanecer, los pescadores regresan al puerto. Mientras los barcos escupen en la lonja las cajas llenas de bonitos, él sube la cuesta de Santa Lucía, arrastrando la pierna, para volver a su cama. Se acuesta y la besa con cuidado de no despertarla, pero ella se vuelve y lo rodea con sus brazos tibios para susurrarle, como entonces: – Sabes a mar, marinero.
51 NUDOS
La creían loca. Fantaseaba con hadas, sirenas y ninfas. Aquella noche su hada le encargó una misión: “Paloma debes ir al mar donde las ballenas contemplan las auroras boreales. Allí ayudarás a una sirena”. Sin pensarlo se coló en un barco y permaneció oculta. Bordearon Islandia y la voz de la sirena, atrapada en plástico que envolvía el iceberg, la llamó. Ella, experta en deshacer nudos marineros, liberó a la nereida con la colaboración de una ballena. Ambas la devolvieron al barco y el hada deshizo aquel nudo. El médico del puerto pesquero confirmó incrédulo que el nódulo había desaparecido.
52 TIERRA ADENTRO
Acude a diario a ver morir la tarde en el puerto pesquero. Dice la gente del pueblo que desde que su marido la dejó tan sola, se la puede ver a la puesta de sol esperando con la mirada perdida en el horizonte, su imposible regreso. Atrapada en la añoranza, parece ignorar que el mar nunca le devolverá al hombre que otra mujer arrebató de su orilla. Ellos, que traidores quisieron escapar tierra adentro, tierra adentro encontraron el lugar que merecían y que solo ella conoce. No muy lejos de la playa, a metro y medio de profundidad.