66. El último encantamiento
El caballero de la triste figura ha perdido la magia con la que hipnotizaba a sus lectores. Cada vez que abrían su libro, mostraba que el mundo no era como se presentaba, sino como deseaba verse. Su fiel compañero Sancho, con una pátina de sensatez, recitaba refranes que desmentían los desatinos de Alonso, aunque en el fondo admiraba sus fábulas. Pasaron siglos asombrando a los que quisieron acompañarlos en sus desventuras, hasta que la vejez les llegó sin avisar. Sancho, cansado de su papel de cuerdo, se refugió en una ínsula que nunca existió. A Alonso lo retiró su pérdida de facultades. Ya no es capaz de disfrazar la realidad. Sus fantasías lo han abandonado, los gigantes permanecen encerrados en sus molinos y ni siquiera los héroes que guardaba en su memoria salen a rescatarlo. De sus bolsillos caen los recuerdos de duelos, batallas, conjuros, abracadabras trasnochados de una época olvidada. Los mensajeros, que incumplieron el juramento de contar a Dulcinea sus victorias, picotean como cuervos los restos de su fama. Mientras, él apenas puede vislumbrar su propio rostro cuando se mira en el espejo. Piensa entonces si conseguirá hacerse invisible sin la ayuda de una trampilla bajo sus pies.
Ohhhh Pablo, qué triste, pobre caballero! Se te va encogiendo el corazoncito a medida que lees y, aun así, todo el relato destila belleza y poesía a raudales. Según he llegado al final HE TENIDO que volver a leerlo, me lo pedía el alma.
Enhorabuena por tan hermosa composición, amigo, al libro de cabeza. Un besazo.
Muchísimas gracias, Ana María. Vaya comentario me dejas. Que te ha pedido el alma volver a leerlo. Creo que es lo más bonito que se le puede decir a alguien que deja aquí un relato. Sí que es triste, como la figura del caballero. Como su historia que, aunque arranca más de una sonrisa, no deja de ser de locura y cordura en la que tal vez queramos que impere la locura.
Me alegra mucho leerte por aquí y te doy la enhorabuena por todos tus premios y por tu excelente libro.
Espero verte muy pronto por estos lares del sur.
Un beso fuerte.
Hasta qué punto me da pena que estoy esperando la segunda parte en la que cuentes que no, que era solo un sueño, que se despierta tan enloquecida como siempre, lanza en ristre, buscando aventuras. Un abrazo fuerte, Pablo.
Hola, Aurora. Si tú me lo pides tendrá que haber una segunda parte que de una vuelta de tuerca a la historia. Pensaré si no se trata de un mago haciendo un truco de magia para aparecer de nuevo entre los aplausos de su fiel público.
Un beso bien grande y muchas gracias por pasearte por aquí a dejarme tu comentario.
Un besote.
No podemos negar que la vejez es una enfermedad degenerativa, progresiva e inevitable, que conduce al fin del organismo que nos ha servido de soporte. Junto con la pérdida de facultades es más triate a<í perder la magia individual. Por suerte, los dos personajes a los que haces referencia son inmortales, en un relato que es homenaje, con final esperado.
Un abrazo y suerte, Pablo
(Quise decir «final inesperado». Aprovecho para mandarte otro abrazo, Pablo, así ya son dos.
Hola, amigo Ángel.
Como siempre, tu comentario es certero. Esa vejez que aparece de repente y no podemos evitar ha dejado a nuestros héroes jubilados. No obstante, son inmortales siempre que alguien coja su libro y se empape de sus aventuras. Que no falten las lecturas al Quijote, al de siempre, al que escribió Cervantes, con ese castellano tan particular que embellece la obra y que es fácil de entender por nosotros y por las nuevas generaciones.
Un abrazo, y gracias por pasearte por aquí como siempre haces. Un gusto leerte.
Nos vemos en nada.
Pablo, tu micro es poético y triste a la vez. Quijote no se merecía este final. Quiero segunda parte, como Aurora.
Un abrazo y suerte.
Pues si tú también me lo pides tendré que hacer una segunda parte, jajajajaja. Gracias por tus palabras, Rosali.
Me pongo a repensar a ver cómo puedo sacar a nuestro caballero de ese final y darle un nuevos principio.
Un beso grande y un saludo a Ramón.
Si hasta los inmortales envejecen, no podré quejarme de los achaques de la edad. Una pena y un consuelo a la vez; aunque… mal de muchos, consuelo de tontos, según dicen.
Desolación bien plasmada.
Muchísimas gracias por pasearte por aquí, Edita.
Menos mal que todo relato es ficción, y que en realidad nuestro hidalgo goza de buena salud. Sin ir más lejos, mira que buen tema propuso Elisa para seguir sacando historias de tan querido personaje.
Un beso fuerte y mil gracias por pasearte por aquí.
Me resisto a pensar que el Quijote ha envejecido. Si quienes lo leen dicen siempre que sigue vigente. Alonso y Sancho pertenecen al imaginario colectivo. No son como los personajes de las telenovelas, que de largas se hacen mayores. Ellos son intemporales.
Y tu relato, con cada lectura mejora, como un buen texto.
Qué alegría leerte por aquí, Rosa.
Llevas toda la razón. El Quijote sigue vigente. Me atrevería a decir que rompió moldes y toda nuestra literatura posterior no sería la misma sin él. Cambió esquemas y modernizó la novela.
En cuanto a lo que dices de mi relato, muchísimas gracias. Ya es mucho que lo lean una vez. Cuánto más si haces relectura.
Un besote.