67. Memento mori (Josep Maria Arnau)
Como cada mañana al empezar la jornada, la directora estaba en medio de la sala abroncando a la primera persona que se había puesto a tiro. En ese momento, entró la chica nueva y fue la siguiente.
—En el aparcamiento he visto que se ha dejado las luces del coche encendidas —informó, con los ojos clavados en el suelo.
—¡Me lo hubieras podido decir antes! —gritó la directora, delante de todo el mundo.
Expertos en sus propias carnes, nadie osó realizar ninguna acción que lo pusiera en el punto de mira. Los últimos despidos habían dejado huella y ennegrecido algunos pensamientos. La búsqueda de algún talón de Aquiles estaba en marcha. Ya habían conseguido información privilegiada —un color que la directora odiaba—, pero no sabían cómo utilizarla.
Hasta que un día le diagnosticaron un cáncer de mama. Cuando se supo, empezó a recibir anónimos. Solo dos palabras en latín y un lazo. Siempre del mismo color.
About Post Author
La convivencia, en muchas ocasiones, no es fácil, en especial con algunas personas, empeñadas en amargar a los demás, sobre todo si detentan algún poder. Por muy odiosa que nos pueda parecer alguna persona en concreto, por mucho que se haya ganado la animadversión a pulso, cuando alguien sufre una enfermedad de relevancia parecen olvidarse las rencillas, pequeñas o grandes, o al menos quedar en suspenso, en pos de una solidaridad que, tal vez, más que movida por un impulso generoso, tal vez lo haga por el recordatorio que supone para cada uno pensar que somos frágiles y, en último término, mortales. Por todo ello, que alguien reciba esos anónimos en momentos tan difíciles no dice mucho a favor de quien los envía, pero sobre todo, nada a favor de quien lo recibe, que ni siquiera en circunstancias extremas es capaz de suscitar algo de compasión.
Un relato imaginativo y en el que no caben tonos de gris o matices, marcado por un personaje abominable, que hace bueno el refrán: «Quien siembra vientos, recoge tempestades».
Un abrazo y suerte, Josep Maria
Muchas gracias por tus interesantes comentarios, Ángel. Estos personajes abominables, a veces, consiguen despertar a otros que se les parecen. Y, cuando tienen la oportunidad, se vengan sin compasión. A menudo, son tan egocéntricos que se creen invulnerables y piensan poco en que son tan mortales como todo el mundo.
Un abrazo.
Qué casualidad Josep M. que el símbolo de su enfermedad fuera del color que tanto odiaba esa cruel mujer. Dicen que el karma es muy sabio y nos devuelve siempre todo como si de un bumerán se tratara. Muy buen relato. Suerte.
Besicos muchos.
Muchas gracias por tu visita y comentarios, Nani. El efecto bumerán no lo preven los que viven cegados por sus ansias (de dominio, poder…). El tirano puede recoger una cosecha terrible cuando se debilita.
Un abrazo.
La verdad es que tu relato me ha dejado muy pensativa. Sería bueno hacer frente a esas personas tan opresivas sin llegar a esos extremos. Pero no suele ser fácil. El deseo de venganza, cuando se sufre continuamente malos tratos por parte de alguien, es una reacción muy humana, aunque siempre mezquina. Creo que el cáncer de mama que le ha tocado ya es suficiente castigo y esperemos le sirva de lección. Un relato que golpea duro y para pensar mucho sobre la condición humana. Suerte y saludos, Josep María.
Muchas gracias por tu visita, Juana Mª. Agradezco especialmente tus comentarios, que suscribo. La venganza puede ser tan mezquina como los malos tratos. Incluso más. Mi intención era construir un relato descarnado e incitar a la reflexión sobre a dónde nos puede llevar la sociedad en la que vivimos si no conseguimos que predominen los valores que pueden dignificar la condición humana. El foco lo podemos poner más en la acción o en la reacción. He utilizado el término “ennegrecido algunos pensamientos” para sugerir que, frente a situaciones extremas de este tipo, algunas personas pueden reaccionar embruteciendo su alma. Para mí es interesante observar como podemos ver el relato desde distintos puntos de vista y obtener distintos significados de su lectura.
Saludos