67. Siempre ella (Patricia Collazo)
Madre fue siempre una maniática de la limpieza. El suelo de casa, un brillante e impoluto tablero por el que había que deslizarse siempre sin zapatos y procurando no pisar lo recién fregado. Los cristales de las ventanas estaban tan limpios que podía dudarse de su existencia y al polvo, su peor enemigo, no se le permitía permanecer sobre las superficies más de los dos segundos de cortesía que su plumero presuroso les otorgaba.
Todos conocíamos sus estrictos castigos contra quien osara depositar una mota de suciedad sobre sus dominios, y nadie le discutía cuando decretaba “Día de limpieza general”.
Desde que ha muerto, por las noches padre pasa horas en el patio mirando el cielo. Si los nietos le preguntan qué mira se embarulla en explicaciones sobre basura espacial, polvo de estrellas y órbitas que pasan sobre la casa.
Los niños no lo entienden, pero yo, a menudo sigo su mirada y distingo la franja de la que habla. En ella no hay nubes, las estrellas están lustrosas, y las constelaciones perfectamente alineadas. Pero lo que la delata es la fina capa de polvo plateado que cae sobre las baldosas del patio, cuando canturreando, ella se pone a barrer.
Como dice el refrán, genio y figura hasta la sepultura, y yo me atrevo a añadir: hasta el infinito y más allá. Un hombre echa de menos a su pareja y, figuraciones o no, sigue y necesita ver que nunca desaparecerá del todo, que continúa fiel a sí misma en otra realidad, dentro del Cosmos, con una hermosa carga de poesía.
Un abrazo y suerte, Patricia.
Una obsesión, esa del orden y la limpieza, que algunos como tu personaje no dejarán en este mundo cuando lo abandonen. Contado con sencillez y ternura. ¿Se puede pedir más?
Mucha suerte, Patricia.
Muy buen relato. Me ha encantado. ¡Felicitaciones!