77. EN LAS PEQUEÑAS COSAS.
Para mucha gente, lo más valioso es el dinero con el que poder comprar coches, lujosas joyas o modernas casas.
Pero para él, sus mayores tesoros en el mundo son las cosas que pasarían inadvertidas para cualquiera. Como un simple Post-it pegado en la puerta de la nevera con un sencillo “Buenos días” escrito y una marca de pinta labios de color rosa, su favorito, formando los labios carnosos de una mujer.
Una mujer, cuya luz, una mañana ya muy lejana, se apagó de golpe en una curva de la carretera de camino al trabajo, pero no se extinguió del todo. Fue dejando brillantes destellos de su paso indeleble por este mundo.
Ahora, solo vive en la mente atormentada de un hombre que se enfrenta a cada nuevo amanecer sumido en sus recuerdos y que se maldice a si mismo por no haberla acompañado en aquel, su último viaje ni tampoco tener el valor de reunirse con ella.
Porque intuye que cuando el ya no esté para recordar cada uno de sus gestos y su voz, desaparecerá para siempre como humo en el cielo dispersado por una ráfaga de viento.
Vivimos sin querer pensar que somos perecederos. Solo son conscientes de ello los que quedan, los que acusan y sienten el hueco que alguien ha dejado. Siempre hay rastros, vestigios y señales de quien marchó, pequeñas cosas, detalles registrados en la mente y en el alma de aquellos con los que compartió sus horas. Sin embargo, es cuestión de tiempo que ni eso perdure, que se disipe poco a poco, hasta extinguirse. El olvido siempre vence. Como dice la canción de Queen, solo somos gente que pasa. Tu protagonista es consciente de ello, pero elige y asume vivir el resto de su existencia teniendo presente el recuerdo de aquella a quien tanto quiso.
Un abrazo y suerte, José Ángel
Muchas gracias Ángel. Me encanta la forma que tienes de comentar los relatos sabiendo siempre interpretar su significado.
Mucha suerte para ti también. Un abrazo.