84. La otra mitad
No merecía la pena seguir sufriendo por lo que ya no tenía remedio. Sin saber qué hacer con tanto dolor y tanta rabia, condenado a echarlo de menos de por vida, decidió dedicar su existencia a homenajearlo. Escribió un libro sobre él, dio conferencias. El público admiró su amor incondicional, la devoción que le llevaba a cantar las bondades de su hermano, aun a riesgo de desaparecer tras su sombra agigantada. Es cierto que ganó con ello bastante dinero, pero puso mucho cuidado en no mostrarse desagradecido: creó una fundación que llevaba su nombre; le erigió un hermoso mausoleo. Finalmente, cuando sintió que su propia vida se le iba apagando, pidió ser enterrado allí, junto a su hermano Abel.
Un acto de fatales consecuencias, para el que no puede haber marcha atrás, condiciona la vida de tu personaje. Al final sabemos que nada de lo que haga cambiará su papel de malvado perpetuo, solo, si ello fuera posible, si volviesen a encontrarse en otra vida y él le perdonase.
Un abrazo y suerte, Tomás