96. Pequeño apocalipsis
Primero se extinguieron los peces de hielo. Miles de bares se reconvirtieron en escuelas de calor y una marea de hombres lobo nos inundó desde París. Con el año nuevo, una pareja de osos polares llegó nadando a la Puerta del Sol. Desahuciados de su hogar de toda la vida decidieron mudarse cómo el poeta, pero no había marcha en Nueva York; Hawái y Bombay tampoco eran ya dos paraísos, y hacía tanto calor en mi piso que desviaron su rumbo y ahora están atrapados los dos en la misma prisión.
Hoy, los perros de nadie han desalojado un avión con destino a Italia. Los pobres turistas solo querían comprar un jersey a rayas. En su lugar, han embarcado una vaca lechera, un toro enamorado de la luna y una chica cocodrilo. Después han despegado, abandonando una ciudad sin colores especiales, una ciudad en llamas. Pongamos que hablo de…
Tal vez el apocalipsis llegue alguna vez. Puede que el anunciado final comience por Madrid, pero que en los últimos acordes no nos falte la música que llenó las vidas de toda una generación, ni alguien que lo cuente así de bien.
Un abrazo y suerte, Anna
Como homenaje a la música, y como forma de comentario alternativo, quiero compartir con vosotros una canción que esté relacionada con algún aspecto de vuestros relatos. Espero que te guste la que he elegido para el tuyo.
LOQUILLO – En las calles de Madrid
https://youtu.be/fiviEAAyvI4
Gracias, Ángel y Rafa,
podrían ser las calles de cualquier otra gran ciudad. Parece que los urbanitas nos empeñamos más que nadie en autodestruirnos. La canción de Loquillo, un acierto, Rafa. Muchas gracias.
Un abrazo muy fuerte a los amigos, madrileños o no, que luchan contra el desconcierto de cada pequeño apocalipsis.