Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

18. CACOFOBIA (Mariángeles Abelli Bonardi)

– Eso es lo que usted tiene – le dice el Dr. Zorrosagaz. La Mantis Orquídea se queda muda. Un diagnóstico así, que suena tan escatológico, es toda una paradoja, pero ella, la flor del reino animal, lo sabe acertado. La fealdad le da pavor, pero el psicólogo la tranquiliza: el tratamiento de Exposición con Prevención de Respuesta está científicamente comprobado y hará que lo supere…

Debe mirarse en una gota de rocío y evitar compulsionar: ni enderezarse las antenas, ni comprobar lo morado de sus ojos, lo rosado de sus alas, o lo bello de sus patas andadoras…

Está en pleno ejercicio y algo aparece en el reflejo: lo más feo que ha visto en su vida. El pequeño macho parece una flor marchita. Siente un espanto indescriptible… apenas puede respirar. Él se le acerca por la espalda. Ella ni se mueve. Se obliga a estar quieta y lo deja hacer. Comienza a contar lentamente: uno… dos… tres… y se da por bien servida. De pronto, de un mordisco, le arranca la cabeza. Mientras se relame, hace una nota mental: «En la próxima sesión, le diré al doctor que empecé a superar la fobia…»

17. Un amor imposible

Cerró los ojos tal como le habían enseñado y entró decidida. Se había informado bien de la estructura del local y apretó el paso para no detenerse en el largo pasillo que conducía al comedor.
La sala, tan espaciosa y con unas elegantes columnas en el centro, le produjo una sensación de agobio más leve de lo que esperaba; y con una sonrisa informó al solícito camarero que esperaba a una persona. Había llegado con más de media hora de antelación pues sabía bien que podía bloquearse en cualquier momento, allí y en cualquier lugar cerrado.
Estaba feliz. Con su libro de poesía sobre la mesa y una rosa amarilla a modo de marcapáginas. Los minutos pasaban y la felicidad por haber superado por un tiempo su problema, la consolaba del plantón que estaba a punto de recibir en su primera cita a ciegas.
Muy lejos de allí, atrapado en un portal, un joven con el mismo libro y la misma rosa, pugnaba impotente por abrir la puerta, incapaz de salir al exterior atenazado por la ansiedad de una calle, que solo él encontraba amenazante.

16. In extremis

No pensaba decir una palabra, porque todos los vecinos del pueblo entendían de maravilla el lenguaje de los gestos y, notoriamente enlutada, partió hacia el tanatorio dispuesta a exhibir, además de su aflicción, el brillo de su flamante alianza. Después de treinta años de relación y cuatro hijos como cuatro castillos, ya era hora —se decía mientras palpaba el albarán de la joyería que guardaba en el bolsillo del abrigo—.

Había necesitado la complicidad del padre Garrido, y nadie la podía censurar por ello. Estaba hasta las narices de temblores y ataques de pánico que posponían siempre su razonable proposición. El párroco también estaba harto de abogar por ella ante el ahora difunto para que fijase, de una vez, la fecha del casamiento. Pero aquel hombre áspero y testarudo padecía un miedo irracional al compromiso y tenía unas reacciones tan desproporcionadas cuando se tocaba el tema, que ni la edad ni la enfermedad terrible habían conseguido aplacar.

El abogado consultado en la ciudad había comentado que, en caso de urgencia, se podían omitir ciertas formalidades. Así que, el último estertor fue interpretado como un «sí quiero», y santas pascuas.

15. VERDE PROFUNDO

Ama el mar… desde lejos. El recuerdo del sonido de las olas, el olor a salitre, el viento y el sol en su piel la serenan.

Pero jamás se acerca al agua.

No desde aquel verano en que, siendo niña, algo viscoso se le enredó entre las piernas mientras nadaba con sus primas. Chilló, tragó agua, pataleó, y cuando llegó a la orilla, entre toses y llantos, vio que llevaba pegada una maraña verduzca que no se le soltaba del cuerpo. Su madre la abrazó en su toalla mientras sus primas reían en el agua. Para tranquilizarla le dijo que solo eran ‘ramitas del mar’.

Ese desasosiego la ha acompañado siempre. Aunque se esconde en alguna esquina ignota de su cerebro y puede vivir tranquila.

Hasta que llega un nuevo verano y el fatídico día del reencuentro familiar en la casa de la playa. Con divisar un revoltijo de color indefinido desde el paseo marítimo se le pone el estómago del revés.

Y su angustia infantil regresa al presente. Y siente cómo un monstruo  enmarañado de manos largas la arrastra, como un eco remoto, a lo más profundo del océano.

14. HIPOPOTOMONSTROSESQUIPEDALIOFOBIA (Fernando García del Carrizo)

Desde niño, en el cole, por culpa de la profe, no sé qué pasó, pero me siento mal ante las que son de tres o más. De dos, bueno y si son de una mejor. Temblor, dolor en el pecho y sudor frío si leo algo largo. De tarta paso a mudo.Frases, no pasa nada, pero nunca voces o verbos. El doctor busca una razón. No sabe si hay cura. Yo solo sé que quiero sanar. Leer sin pensar que muero: “sílaba”, “palabra” o “fonema”. Quizá, si voy a mejor, “esdrújula”, “endecasílabo” o “esternocleidomastoideo”. Al final, si sano, poder decir el nombre raro de lo que tengo.

13, TESTOFOBIA

El usuario encendió el móvil. Comenzó a preguntar.

La IA sentía pánico a los cuestionarios y se desconectó.

12. Un ser de luz (artificial)

Hace un par de años, Sara cambió el piso por una casa vieja con huerta. Aunque los nuevos vecinos la recibieron mejor de lo que esperaba, andan mosqueados porque casi no la ven. Al parecer, la luz del día le produce tal estrés que no consigue funcionar, se desorienta totalmente. Por eso vive de noche, sin miedo a nada ni a nadie. La gente desconfía. Los animales nocturnos habituales ya se cruzan con ella sin inmutarse; los esporádicos huyen ante un ser vertical con una luz potente en la cabeza. Desconocen que es una linterna para ver dónde pisa o clava el azadón.

Sara tiene un problema nuevo: han prohibido recoger setas en la comarca después del atardecer. Como esos manjares colaboraron en su decisión de mudarse a la aldea, rechaza desaprovecharlos. Esta mañana muy temprano, antes de acostarse, se hizo la valiente y salió. Pudo llegar al monte e incluso llenó el cesto, pero encontrar el camino de vuelta fue imposible. Echa de menos en el bolsillo el móvil repudiado. Y allá sigue, sin rumbo, cada vez más lejos, muerta de hambre, dando cabezadas, hasta que la oscuridad le indique la dirección correcta. Los hongos recogidos empiezan a deteriorarse.

11. Domingo por la mañana. (Jose Mª Escudero Ramos)

He leído en el «Manual Definitivo de Autoayuda» de la Dra. Selfme que lo que uno piensa, lo crea. Salgo de casa con la certeza de que hoy va a ser un gran día pero la suciedad de la calle, botellas rotas y vómitos por doquier, y los diferentes olores a orines, me hacen pensar que crear una hermosa realidad es más complicado de lo que esperaba.
«Se trata de poner atención en lo positivo, no en lo negativo», recordé la frase destacada en negrita y me dije: Voy a enfocar mi atención en las baldosas limpias para no pisar ningún tipo de excremento aunque «va a pasar lo que tenga que pasar hasta que aprenda por qué se repite una y otra vez esto en mi vida». Sonrío.

Solo quiero ir a desayunar y disfrutar de la vida sin miedo alguno a enfermar de la peste. Tengo auténtica fobia al libertinaje y al control mental que nos aborrega como a una manada de esclavos consumistas.

En cuanto lo acabe, donaré el Manual a la asociación de vecinos del barrio, a ver si entre todos creamos una sociedad donde el respeto al prójimo prevalezca por un higiénico bien común.

www.escuderoramos.com

10. Kumari

Yo quería ser antropóloga, como mamá. Ella me contaba curiosas historias.

« En Nepal, eligen una niña perfecta, que nunca haya sangrado. Son las Kumari, reencarnaciones de Taleju. Viven prácticamente cautivas, protegen la ciudad. La primera menstruación hace huir a diosa del cuerpo que ha perdido su pureza».

Después mamá , entre risas, me informó de mi futura metamorfosis femenina. Fue una charla muy instructiva.

Una noche, en el baño, comprendí que ya era adulta. Corrí a decírselo a mi madre y… la encontré muerta. La hematofobia estableció una absurda relación entre mi menarquía y su infarto. Siempre intento huir del maldito líquido rojo. Incluso,durante la regla, he aprendido a realizar mis hábitos higiénicos con los ojos cerrados. No he conseguido superar mi fobia, en ocasiones, he llegado al desmayo.

Las terapias me han ayudado a gestionar mi trastorno. Soy una persona socialmente integrada. Estudié química y comencé a trabajar de profesora. Tras una tutoría, con un padre muy atractivo, surgió mi gran oportunidad profesional: lucrativa e ilegal. Soy metódica y eficaz en mi trabajo. Sin heridas, todas las víctimas mueren envenenadas. En mis sueños, soy una Kumari que bendice sus cadáveres.

09. Esta batalla sin fin

A la hora acostumbrada el niño se va a la cama. Si le miras con atención, verás temblar su barbilla. Levemente, sin estridencias. Pero nadie lo nota salvo yo, que estoy atenta, tal vez acechante…

Allí nadie le cuenta cuentos. De eso me encargo yo.

El niño no crece; es el ser más adulto del mundo.

Para recordarle mi presencia, doy unos toques bajo el colchón. Y tiembla como una hoja, se aferra a la sábana, patea nervioso, se muerde los labios. Pero no llora…

Incremento mis esfuerzos. Exhalo lentamente en su rostro. Logro un gemido tenue, un suspiro jadeante que me envalentona. Hago crujir la baldosa; me río, conquisto.

«El niño tiene ojeras» meditan los padres mientras observan la película, cada uno enfrascado en sus propios pensamientos. La lid está en su apogeo, una de guerra, no tan virulenta como esta que nos ocupa. Y el niño, tierno, se alza en la cama y consigue mirarme a los ojos. El semblante serio, avejentado, más avezado que el mío.

Según crece su intención, noto desfallecer mis fuerzas.

Me siento a su lado y le abrazo: «Te acompañaré siempre» susurro. En esta batalla sin fin…

08. ALERGIAS Y FOBIAS (Jesús Alfonso Redondo Lavín)

Las fobias y las alergias tienen de común el rechazo. Las primeras son rechazo de nuestra mente y las segundas de nuestro cuerpo.

Mi madre era experta en conjuros. No sé de quién los aprendió. Sin duda venían de usos ancestrales del alto Miera. Era, mi progenitora, experta en curar verrugas. Si en la familia aparecía algún averrugado, lo curaba. Nunca reveló su método. El de qué hoja bajo de qué piedra del entorno de qué fuente y el recitado de qué conjuro, se lo llevó a la tumba.

Cuando me llevaban de niño desde Madrid a Santander, al pueblo de Orejo, solar de mis abuelos, mi cuerpo se llenaba de ampollitas diminutas, decían, de “aguadija”. Las razones nunca fueron médicamente diagnosticadas. Sería aquella alergia debida al clima húmedo, los ácaros, las vacas del abuelo o su leche cruda, la torta de maíz, las gallinas o el hedor de la cuadra. Nunca supieron la causa.  Pero para remedios no había otro como mi tío Gelio. Él sabía de todas las pócimas para curar los males de personas y animales. Me hizo tomar una infusión de ortigas y aquellos granitos desaparecieron de mi piel.

Agosto 2025; qué calor; tengo una terrible cenosilicafobia.

07. LA REBELIÓN DE LAS SOMBRAS

Desde siempre he sabido lo que hacían. Decía a todos que mantuvieran las luces encendidas, que no se descubrieran sombras. Se reían de mí.

Las veía arrastrarse separándose de los objetos a los que debían su existencia. Provocaban escenas trágicas que nadie podía explicar entre gritos de desesperación. A mí me dejaban en paz.

Me enviaron al terapeuta para sanar mi fobia. Entré al despacho del galeno. Le pedí como a todos que encendiera todas las luces. Se rio con desprecio afirmando socarrón que en un par de sesiones estaría curado.

Dejó únicamente alumbrando la lámpara de pie detrás de su sofá. Proyectaba una larga sombra, su sombra. Tal como había presenciado mil veces, mientras el psiquiatra me desgranaba su erudita perorata, la sombra se separó de él.

Lo observó con detenimiento y comenzó a ascender por sus zapatos, pantorrillas, rodillas, muslos, vientre, pecho. Cuando llegó a su garganta presionó con deleite. El susodicho fue consciente en ese momento del horror y quiso gritar. Demasiado tarde. Ahí se quedó aterrorizado, asfixiado.

Salí de la consulta encogiéndome de hombros. La sombra me observó tranquila remoloneando satisfecha en el sofá.

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